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lunes, 29 de julio de 2013

Capítulo 25: Atraco (la mente mágica)


Narra Paula, y por ahora para toda la historia
Había estado muerta dos meses. Dos. En realidad estar muerta era como dormir. Para mí había sido un sueño muy, muy largo y profundo. Ángel me había salvado. Que ricura de chico. Y era todo mío. Por fin podíamos disfrutar de París todos juntos. Arthur y Lucía cada vez se acercaban más. Ojalá empezara algo entre ellos, pero Lucía aún seguía triste por el engaño de Pablo. Pobre. Pasaron las semanas. Ángel me trataba con más cariño que nunca. Él decía que lo hacía porque ahora se había dado cuenta de que la vida era un hilo. Era verdad.
Llegó la primera semana de diciembre. En París hacía bastante frío, ya que había una pequeña helada. Ese día teníamos planeado ir a patinar a la pista de hielo. Nos preparamos una pequeña merienda para después de patinar y nos vestimos bien abrigados. Ese día era totalmente para divertirse.
Salimos del hotel sonriendo, ilusionados por ir a patinar. Cogimos un autobús. Cada uno iba a pagar su entrada, pero Ángel me lo prohibió y pagó la mía. Que ricura de chico Nos sentamos en la parte trasera del autobús, en los únicos asientos libres. El trayecto hasta nuestra parada duraba veinte minutos. Me acomodé apoyando mi cabeza en el pecho de Ángel. Lucía me sonrió. Le correspondí la sonrisa. Iba de la mano de Arthur. Ya parecían una pareja, pero aún no lo eran.
Los veinte minutos hasta la parada pasaron lentos y aburridos. Por fin, el autobús frenó. El conductor indicó el nombre de la parada, y al oír que era la nuestra, nos bajamos rápidamente. Hacía mucho frío. Salía vapor de la boca. Colocándome bien la bufanda y el gorro, entramos en el edificio donde estaba la pista de patinaje. La pista estaba medio vacía. Que raro, pensé, pero a la vez mejor. Esperamos en la pequeña cola que había para comprar las entradas. Tras cinco minutos de espera, llegó nuestro turno. Arthur, que era el único que hablaba francés perfectamente, se encargó de pedir las ocho entradas. Cuando el recepcionista se las entregó, nosotros le dimos el dinero. Esta vez, pude evitar que Ángel gastara su dinero en mi entrada.
Nos dirigimos a una pequeña sala, por la puerta donde nos había indicado el encargado. Allí nos esperaba un hombre de mediana edad para elegir los patines. Cada uno dio su número de pie y el hombre nos entregó un par de patines a cada uno. Tras colocárnoslos, empezamos a caminar hasta la puerta que nos llevaría a la pista de patinaje. Era muy fácil andar con patines, pero no sería tan fácil patinar. Para todos excepto para Ángel y Arthur, era nuestra primera vez. Abrimos la puerta y de uno en uno, accedimos a la pista de hielo. En cuanto Miriam colocó un pie en la resbaladiza superficie, resbaló y se pegó un culazo. Los demás no pudimos evitar reírnos. Mario ayudó a Miriam a levantarse, riéndose. Por ser tan graciosillo, Miriam tiró del brazo de Mario al tenderle éste la mano para ayudarla a levantarse. Mario también se cayó de culo:
-Bueno, para que estamos aquí, ¿para patinar con el culo o con los pies?-dijo riéndose Ángel.
-Que graciosillo-dijo Miriam ya de pie, frotándose el culo-.
-Bien. Lo primero es deslizar un pie adelante, después el otro... Y así sucesivamente-explicó Arthur-.
Nos hizo una demostración de lo acababa de explicar. La primera en intentarlo fui yo. Deslicé un pie adelante, después el otro. Llegué hasta Arthur. Contenta por mi logro, me desconcentré y pegué un resbalazo. Menos mal que estaba junto a Arthur. El chico me cogió antes de caerme de culo. Lucía me miró celosa e intentó avanzar hacia Arthur. Al llegar junto a él, intentó caerse a posta, sólo que Arthur seguía agarrándome de las manos para que no perdiera el equilibrio y Lucía se cayó de culo. Ángel se acercó hasta ella y le ayudó a levantarse. Ahora la celosa era yo. Lucía se rió, pícara. Me solté de Arthur y me dirigí hacia ella. La chica pensó que la iba a empujar, así que se soltó de Ángel y empezó a patinar, a gran velocidad. Que crack. Ya sabía patinara. Yo seguí su ejemplo. Un pie, otro. Conseguí patinar cada vez más rápido, hasta que me iba acercando a Lucía cada vez más, el problema era que no sabía frenar, así que sin poder evitarlo, empujé a Lucía y las dos nos caímos, partiéndonos de risa. Ángel y Arthur se acercaron y nos ayudaron a levantarnos. Al estar de pie, los cuatro nos dimos las manos, y más despacio, nos dirigimos hacia Mario, Miriam, Diana y Tomás, que aún seguían agarrados a la barra, sin atreverse a soltarse. Arthur y Ángel nos soltaron y les dieron las manos a Diana y Lucía. Les indicaron que hacer y las chicas poco a poco, iban más rápido, hasta que Ángel y Arthur las soltaron y consiguieron ir solas. Diana y Lucía se acercaron a nosotras y nos dieron las manos. Las cuatro empezamos a dar vueltas por la pista. Empezaron a poner música. En ese momento se oía Live it up, de Jennifer López y Pitbull. Mientrás seguíamos patinando, un grupo de bailarines salieron a la pista, y empezaron a bailar. Lo hacían realmente bien. Un chico tiraba a la chica por los aires y ésta daba tres vueltas y luego caía limpiamente. Tras Live it up, empezó a sonar Play Hard, de David Guetta. Más bailarines salieron a la pista, y al ritmo de la música, realizaban acrobacias. Uno de ellos me cogió de la mano e hizo que girara y girara. No sé cuantas vueltas di. Después me soltó y llegué como un pato mareado hasta Ángel, que se estaba partiendo:
-Gracias cielo-dije enfadada de broma-.
Más tarde, otro bailarín cogió a Lucía y le hizo lo mismo que a mí, solo que ella después de tantos giros, se estaba empezando a caer. Arthur fue rápido y la cogió antes de que tocara el suelo. Sin pensarlo, al tener sus caras tan cerca, Lucía besó a Arthur. Sorprendido, el chico le apartó suavemente. Desilusionada, Lucía patinó hacia mí:
-Le he besado y me ha apartado.
-Tía, a lo mejor pensaba que era demasiado pronto.
-¿Pronto? ¡Pero si nos conocemos desde agosto! ¡Hace ya dos meses!
-Dos meses no es lo suficiente para conocerme-intervino Arthur, sorprendiéndonos-. No te he correspondido el beso porque quería que nos conociéramos mejor como amigos, y que superaras tu ruptura con Pablo.
-Pero...
A Lucía no le dio tiempo de terminar su frase. Las luces de la pista se apagaron. La gente, asustada, no sabía donde ir. Estábamos en total oscuridad.
De repente, se escuchó un disparo y un grito. Sentí cómo Lucía, que estaba de mi mano, sudaba y temblaba, hasta que sentí que tiraban de ella. Lucía gritaba y se agarraba a mí. Yo tiraba de Lucía, pero me caí al suelo y perdí su mano. Mientras me frotaba el culo, oí un puñetazo, un grito ahogado, y un objeto caer a la superficie de hielo.
Se volvieron a encender las luces. Vi a un hombre con un portamontañas negro en el suelo, inconsciente. A Lucía en brazos de Arthur y a un montón de guardias tranquilizando a las personas. Arthur, esta vez, besó a Lucía. Lucía le correspondió el beso. Uno de los guardias se acercó a nosotros y le explicó en francés a Arthur que había sido un atraco, que habían robado dinero de la caja principal. El guardia vio al hombre con el portamontañas en el suelo y se lo llevó de allí a rastras. ¿Pero qué pasaría ahora? Arthur le había salvado la vida a Lucía tras haber pegado a aquel hombre y después le había besado, a pesar de haber ducho poco antes que prefería conocerla mejor antes que nada. ¿Eran pareja o no?















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