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miércoles, 3 de julio de 2013

Capítulo 10: Susto de muerte (la mente mágica)


                  Mientras tanto, en el castillo de la bruja Jane:

-Señora, he divisado que los elegidos, ¡ya saben que son los elegidos!
-¡¿Quéééé!?-exclamó Jane-.¡¡Eso es imposible!!¿Cómo han podido saberlo?
-La dueña de la panadería que le dijo a usted que le iba a ser fiel se lo ha contado.
-¡Pues esa mujer será castigada!¡Y ahora, tráigame al chico ese, Pablo, el octavo elegido, que aún no sabe que lo es!
-Enseguida señora.
El sirviente de la bruja Jane, el director del instituto de los elegidos, salió de la habitación principal del castillo y bajó a los calabozos. Allí, se dirigió a la última celda del pasillo, donde estaba encerrado el único elegido que todavía no sabía que lo era: Pablo.
El sirviente lo encontró dormido, así que, intentando armar estruendo, abrió ruidosamente la puerta de la celda, que, al ser de hierro, chirrió desagradablemente. Se acercó al chico. Llegó junto a él y empezó a zarandearlo violentamente. Pablo abrió los ojos y vio que el que lo había despertado era su director. Pensando que había venido a salvarle, Pablo exclamó:
-¡Señor director!¡Ha venido a salvarme de la bruja Jane!¡Muchísimas gracias!-al decir esto, Pablo se arrodilló ante su director-.
-No sé de que me estás hablando chico. No soy tu director, ni lo fui, ni lo seré. Soy, fui y seré sirviente de la grandiosa bruja Jane.
-¡¿Quééé!? No señor, usted es mi director en el instituto-dijo Pablo dándose por vencido, convencido de que Jane habría hechizado a su director-.
El director ató el tobillo de Pablo a una cadena, que, al mismo tiempo iba atada a una bola de hierro y, empujándole, lo llevó hasta la habitación principal del castillo, donde Jane los esperaba impaciente para poder realizar su plan, en el que Pablo sería el cebo.

Volviendo al instituto de los elegidos:

Seguimos caminando, yo aferrada al brazo que me había encontrado al bajar del autobús. A duras penas conseguimos llegar a la entrada del instituto. El primero de la comitiva abrió la puerta, y vimos que el interior estaba iluminado. Hartos de tanta oscuridad, entramos a galope en el instituto y por fin solté el brazo al que me había estado agarrando. Pude ver que el brazo era de Tomás. Me sonrojé un poco, al fin y al cabo, el brazo de Tomás estaba muy musculado.
Todos miramos hacia el techo, sin fijarnos en lo que había en el suelo. El techo estaba negro, lleno de la misma niebla negra que había en el exterior. Entonces, a Miriam se le ocurrió mirar hacia abajo y pegó un grito desgarrador:
-¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!
Todos nos sobresaltamos y al mismo tiempo gritamos al mirar hacia abajo. La imagen era MUY DESAGRADABLE.
Lo que había eran muchos cuerpos de adolescentes, inertes, con la piel pálida como el mármol y con los ojos de todos en blanco. La mayoría tenía una nube de niebla negra flotando sobre su cuerpo, pero otros tantos tenían sangre alrededor. A mí, como era muy atrevida, que a veces eso no es bueno, se me ocurrió buscar el cuerpo de Rosa, esperando encontrarla insconsciente. Ya sé que eso es de bruja, pero es que Rosa era verdaderamente desagradable conmigo y mis amigos. Empezé a caminar entre los cuerpos, buscando el de Rosa, pero lo que encontré no era de mi agrado.
Había muchos cuerpos inertes de mis compañeros de clase, incluso de algunos profesores.
Miriam se acercó a mí, y me dijo:
-¿A esto es a lo que se refería la dueña de la panadería?
-Creo, creo que sí-le contesté-.
-Pues es horrible.
-Y que lo digas.
Miriam y yo nos reunimos con los demás, que estaban boquiabiertos:
-¿Pero qué pasa?¿Todos los alumnos y profesores están mu-muertos?
-Yo creo que sólo los que tienen un charco de sangre alrededor. Y los demás estarán vivos, pero por poco tiempo-dijo Fran-.
-Esperemos. Mejor vámonos de aquí, creo que hemos visto suficiente-dijo Mario-.
Antes de que pudiéramos salir del instituto, escuchamos mucho jaleo detrás de nosotros. Nos giramos y:
-¡¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!
No era de extrañar que hubiésemos gritado tan fuerte, ya que había caminando hacia nosotros todos los cuerpos que antes estaban inertes, que ahora caminaban como zombies. Empezamos a correr, pero al llegar a la puerta, vimos que nos la bloqueaban Rosa, Celestia y María, una chica muy amable y empollona de mi clase:
-A matar a los elegidos, a matar a los elegidos, a matar a los elegidos-repetían mientras se acercaban a nosotros cada vez más-.
Desesperada, me concentré en el cuerpo-zombie de Rosa, que era el que estaba más cerca, e hice que el cuerpo se levantara hasta el techo, y luego lo lancé al piso de arriba del instituto. Miriam cogió una puerta de taquilla que había en el suelo, y a la velocidad de la luz, empezó a golpear con ella la cabeza de los cuerpos-zombies. Todos cayeron al suelo, pero seguían conscientes. A lo suyo, Tomás hizo que entrara un huracán por la puerta, que empujó a todos los cuerpos-zombies hacia la pared sur de la estancia. Nosotros no nos estrellamos al igual que ellos, porque Mario había creado un escudo protegiéndonos:
-¡Vámonos de aquí!-grité-
Tras decir esto, hice que la puerta del instituto se abriera y nos dejara paso, y con los zombies corriendo detrás nuestra, empezamos a movernos a través de aquella espesa niebla negra.
Andando, me choqué con alguien y empezé a gritar:
-¡¡¡AHHHHHHHHHH!!!
Entonces, esa persona me tapó la boca y me susurró:
-Tranquila cielo, soy yo.
Suspiré aliviada al saber que era Ángel. Le busqué la mano, y al encontrarla, la sentí viscosa y con la piel podrida:
-¡AHHH!¡SOCORRO!¡TÚ NO ERES ÁNGEL!
Entonces, sentí que esas mismas manos me cogieron de la cintura levantándome del suelo. Empecé a gritar y a patalear con fuerza, pero el zombie que antes se había convertido en Ángel no me soltaba.
-¡POR FAVOR!¡AYUDADME!
Escuché muchos pasos y gritos a mi alrededor y al final de lo que parecía un pasillo había una luz. “Por favor, que esto sea una pesadilla”, pensaba con todas mis fuerzas. Fue cuando sentí que me lanzaban en el aire y tras quedarme flotando en la nada durante medio minuto, caí con brusquedad en lo que parecía un suelo de piedra. Empezé a sentir mi sangre caliente gotear por mi cara, y mis fuerzas que se me iban, y entonces escuché a una mujer con la voz desconocida para mí gritar:
-¡Idiotas!¡Os dije que la quería viva, no medio muerta!
Haciendo todo el esfuerzo posible por abrir los ojos, me empezó a doler mucho la cabeza y me entraron arcadas. Sin poder aguantarme, me vomité encima, y eso fue lo último que hice durante cuatro días, en los que estuve insconsciente.





























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