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miércoles, 24 de julio de 2013

Capítulo 18: El engaño (la mente mágica)


Los días siguientes fueron los peores de mi vida. No sé como, pero Fran se había convertido en alguien muy importante para mí. Un gran amigo. El hermano mayor que nunca tuve.
Las dos semanas después de la muerte de Fran pasaron tranquilas, o casi. Le estábamos regalando poder a Jane al sufrir y llorar por la muerte de Fran. El mago Nicolás siempre nos avisaba, pero en ese momento era imposible no llorar una vez durante el día.
El tiempo que no estábamos con la cabeza gacha sentados en el sofá con la tele encendida, verdaderamente para nada, porque no estábamos atentos a ésta, mis amigos y yo sacábamos a pasear a Bethoveen. Era muy divertido ver al perrito corretear alegre, ladrándole a otros perros, persiguiéndose la cola... Aunque el perrito fuera de Miriam, ella decía que Bethoveen era suyo, de Lucía, de Diana y mío. En cambio, el gato de Ángel, sólo era mío y de él, pero era como si no lo fuera, porque el gatito, de seis meses, llamado Mirti, se pasaba todo el día dando vueltas por la casa, tumbándose en el sofá, dejándose acariciar por todos...
El último día del mes de mayo, fuimos a visitar el huerto de Fran, que había legado a Tomás. No nos imaginábamos para nada que el huerto fuera tan grande. Al llegar, se acercaron unos hombres de mediana edad, ataviados de un peto vaquero y un sombrero de paja cada uno. Nos saludaron y nos dijeron que eran trabajadores de Fran, gratuitamente, ya que a los hombres les encantaba ese trabajo. Preguntaron a quién había legado el huerto su jefe, apenados por la muerte de éste. Tomás se presentó e insistió en que les pagaría a cada uno por lo menos 200€ por mes. Los ancianos replicaron y tras muchas negociaciones, aceptaron cobrar 100€ al mes. El resto del día ayudamos en el huerto, olvidándonos por un rato de Fran.
El primer día de junio, visitamos la casa de Fran. No fue un buen plan. Enseguida, las chicas nos pusimos a llorar, y los chicos aguantaban el llanto, para hacerse los fuertes.
Lo increíble fue lo que pasó durante la tercera semana desde la muerte de Fran. Ese día estaba un poco más alegre, ya que era mi aniversario con Ángel de las tres semanas. Mis amigas y yo lo estábamos celebrando, hasta que llamaron a la puerta. Lucía fue a abrir y se encontró con una chica guapísima, de ojos verdes, pelo castaño y liso hasta los hombros, y con la piel morena. Lucía estaba sorprendidísima, preguntándose quién sería esa chica. Me acerqué a la puerta, viendo que no se escuchaba hablar a nadie. Al ver a la chica, le pregunté:
-Hola. ¿Quién eres?
-Soy Jullie-respondió la chica-.

-¿A qué has venido?-pregunté, intentando ser educada-.
-He venido a buscar a Pablo.
-¿Pablo?-intervino Lucía-. ¿Para qué?-preguntó un poco enfadada-.
-Hemos quedado para comer.
-¿Qué?-preguntó Lucía-. De eso ni hablar. Pablo es mi novio y no se va a mover de esta casa.
-Vaya, una novia mandona y maleducada. No te imaginaba así, elegida.
-¿De qué hablas?-pregunté nerviosa-.
-Tú cállate la boca-me respondió mirándome con cara de asco-.
-¿Pero quién te crees que eres?-le grité-.
-Soy Jullie, la novia de Pablo.
-¿Qué? No, no puede ser....-dijo Lucía, al borde del llanto-.
-Tranquilízate Lucía. Estoy segura de que es una broma pesada.
-¿A sí? ¿Y entonces por qué pasa esto? ¡Pablo, cariño, estoy aquí!-gritó Jullie-.
Pablo llegó a la puerta enseguida, pero al ver a Lucía, se puso verdaderamente nervioso:
-Lucía, te juro que yo no conozco a esta....
-¡¿A SÍ?! ¿¿Y ENTONCES POR QUÉ HAS VENIDO CUANDO TE HA LLAMADO?? ¿¿POR QUÉ??
-Pues...-titubeó Pablo-.
-¡¡CAPULLO!! ¡¡ESO ES LO ÚNICO QUE ERES!! ¡¡UN CAPULLO!!
-¡Lucía, tranquilízate!-gritó Pablo-.
-¡¡PUES NO!! ¡¡PORQUE ME HAS ENGAÑADO CON ESTA PUTA!!
A continuación, Lucía le pegó una torta a Pablo. Éste empezó a frotarse la mejilla dolorida:
-¿¿PERO QUÉ HAS HECHO ZORRA?? ¡¡PABLO SALÍA CONMIGO DESDE ANTES QUÉ TÚ!! ¡¡LE PEDÍ YO QUE TE PIDIERA SALIR, PARA QUE SE INFILTRARA EN LOS ELEGIDOS, PORQUE SABÍA QUE ÉL TAMBIÉN ERA UNO!! ¡¡PABLO SIEMPRE HA ESTADO DEL LADO DEL MAL!! ¡¡ES UN DEMONIO!!
Jullie se tapó la boca, sabiendo que había hablado demasiado. De su espalda salieron unas grandes alas negras, y enseguida echó a volar, dejando a Lucía con ganas de matar a Pablo, a mí boquiabierta, a Pablo frotándose la mejilla y a los demás jóvenes empujándose en la puerta para saber que había pasado, atraídos por los gritos:
-Lucía, cielo...
-¡¡NI CIELO NI COÑO!! ¡¡VETE A LA MIERDA!!
Lucía entró en la casa, empujando a todos. Subió las escaleras y entró en su habitación, haciendo sonar un portazo.

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