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sábado, 27 de julio de 2013

Capítulo 22: Tú otra vez (la mente mágica)



Nos quedamos una hora y media hablando por telefóno, entre risas, tonteos e insultos de broma. Por fin, colgamos, tras haber decidido ir a cenar por ahí.
Nos arreglamos y salimos de nuestras habitaciones. Los chicos llevaban vaqueros y blusas, y las chicas vestidos, tacones y accesorios de todo tipo. También nos habíamos hecho la base, la raya, el rímel y pintalabios. Le di la mano a Ángel, Diana a Tomás y Miriam a Mario. Lucía y Arthur se quedaron cortados, en medio del grupito de las parejitas. Seguimos caminando por el pasillo, hasta llegar a la puerta de la habitación del mago Nicolás. Llamé, y el mago Nicolás gritó desde la ducha que nos podíamos ir, y que para volver, que le llamáramos. Eran las ocho de la noche. Antes de cenar, podríamos ir a dar un paseo por el centro.
Salimos del hotel, yo cogida de la mano de Ángel. La calle estaba totalmente abarrotada. Algunas personas nos decían “hola” en francés. Nosotros les correspondíamos. Empezamos a caminar calle arriba, dirección la Torre Eiffel. Arthur, nacido en París, nos explicaba la razón de cada monumento, como Notre Dame, El Arco del Triunfo, Sacré-Coeur... Así seguimos hasta las diez de la noche. A las chicas nos dolían los pies de tanto andar con tacones, así que con hambre y hartos de andar, entramos en el restaurante italiano de enfrente de la Torre Eiffel. Nos sentamos en una mesa de ocho. Pedimos lo que deseábamos. Yo espaguettis carbonara. Nos trajeron la comida, y en cuanto dejó de quemar, empezamos a comer. Que delicia, pensé. Estaba sentada entre Ángel y Lucía. Enfrente mía estaba Miriam. Al lado de Lucía estaba Arthur, y enfrente, Tomás. Al lado de Tomás, estaba Diana, a su lado Miriam, y enfrente de Ángel, Mario.
Tardamos una hora en cenar. Pedimos la cuenta y salimos del restaurante. Eran las once de la noche. Yo quería visitar la Torre Eiffel pero los demás estaban cansados y querían volver al hotel. Al ver mi insistencia, Ángel decidió acompañarme. Nos despedimos de los demás y empezamos a caminar hasta la entrada de la Torre Eiffel. Pagamos los tickets y nos metimos en el ascensor. Yo quería subir a la planta más alta directamente, así que pulsé el número 12. El ascensor subió y gracias a que estaba hecho de cristal, podíamos ver la ciudad mientras subíamos. Era preciosa, llena de luces. Desde allí se podía ver El Arco del Triunfo, que antes habíamos visitado.
Por fin, llegamos a la planta 12. Enseguida, me dirigí corriendo al balcón. No había nadie más, sólo Ángel y yo. Por fin, solos. Ángel se acercó a mí y me preguntó:
-¿Sabes que te quiero?
-¿Sabes que yo también?-fue mi respuesta-.
Ángel se inlinó sobre mí y nos fundimos en un apasionado y largo beso. Tras estar así un minuto, nos separamos. Ángel me sonrió y me pasó el brazo por los hombros. Hacían ya tres meses que estábamos juntos y aún no me lo creía. ¿Cómo tenía tanta suerte? El nuestro era un amor correspondido. Mientras observábamos la ciudad desde el balcón, escuchamos pasos detrás de nosotros. Nos giramos y... no era posible. ¿Cómo podían estar allí arruinándonos la noche? Empezaron a repetir la misma frase, la misma que repetían el día que me atraparon y un zombie se hizo pasar por Ángel, hace ya dos meses y medio :
-A matar a los elegidos, a matar a los elegidos-repetían Rosa y Celestia-.
Ángel y yo estábamos atrapados, arrinconados. Justo detrás nuestra, estaba el balcón. Me concentré en el cuerpo de Rosa, para lanzarlo por el balcón, pero por más que me concentraba, no funcionaba. Ángel intentó poseer a Celestia con su alma, pero tampoco funcionaba. Cada vez estaban más cerca. Sin pensarlo, Ángel se lanzó hacia Celestia. Ésta le empujó, y Ángel chocó contra la puerta del ascensor. Mientras Celestia luchaba con Lucía, Rosa se acercaba a mí. Intenté empujarla, pero no sirvió para nada. Enseñando sus dientes, me levantó del suelo. Empecé a gritar con todas mis fuerzas. Ángel me vio e intentó venir a salvarme, pero ya era demasiado tarde. Rosa me lanzó al vacío.
Mientras caía, lloraba. En ese momento no quería morir, no como hacía un mes, que me culpaba de la muerte de Fran. Cuando ese día caía, Fran seguía allí, pero ahora ya se había ido al cielo. Mientras caía, se me ocurrió la idea de llamar al mago Nicolás, pero ya era demasiado tarde. Lo último que oí fue el grito de Ángel, y choqué contra el suelo.

Narra Ángel

Vi a Paula chocar contra el suelo. Mi Paula. Cogí a Rosa del cuello y a ella tambié la lanzé, sólo que le salieron alas negras y se fue volando, acompañada por Celestia. Bajé por el ascensor. Por dios, que fuera más rápido. Llegué abajo. Ya había gente alrededor del cuerpo de Paula. Empujé a todos y llamé al mago Nicolás. Llorando, le pedí que la reviviera. La gente con energía negativa pensarían que estaba loco. El mago Nicolás se arrodilló junto a Paula. Tras cinco minutos, me anunció que ya era demasiado tarde. Paula había muerto. Empecé a llorar con todas mis fuerzas. Paula no podía morir. Entonces aparecieron los demás. Al ver a Paula, Lucía, Diana y Miriam empezaron a llorar. La policía llegó e hizo amago de llevarse el cuerpo, pero les supliqué que no lo hicieran, que tenía que llevárselo a su familia pasase lo que pasase. Cogí el cuerpo de muñeca rota de Paula y toqué al mago Nicolás, como todos. Aparecimos en el hotel y posé el cuerpo de Paula en la cama. Me arrodillé y empecé a llorar y a llorar. ¿Por qué a ella? ¿Por qué no me lanzaron a mí? Me quedé allí llorando, acompañado por mis amigos.


















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