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lunes, 22 de julio de 2013

Capítulo 17: Todo por mi culpa (la mente mágica)


Hola, soy Francisco Javier García, y este es mi testamento. Lo escribo porque desde hace una semana, ayudo a unos jóvenes, los elegidos, a salvar el mundo. Al ayudarlos, corro el peligro de morir más fácilmente. Mi casa se la lego al mago Nicolás, que seguro que necesita estar alejado de los elegidos un tiempecito. Mi perro a Miriam, que sé que le encantan. Mi guitarra eléctrica a Mario, porque sé que la toca muy bien. Mis pececitos a Lucía, porque sé que sabrá cuidarlos. Mi huerto a Tomás, porque sé que le gusta cuidar de las plantas. Mi Mp5 a Diana, porque sé que quería uno por Navidad y no se lo regalaron. A Pablo le doy mi autobús, a Ángel mi gato, a la bruja Jane el infierno y a Paula le doy todo mi amor. Te quiero, Paula. (No te enfades Ángel, ya que seguramente este testamento se leerá en muchos años).”
20 de mayo de 2013


Ese era el testamento de Fran. Todos llorábamos. Yo la que más. Fran había muerto por mi culpa, mi inmadurez, mi desobediencia. Jamás debería de haberme ido de al lado de Ángel, jamás debería de haber desobedecido. Jamás. Pero no podía volver al pasado. Ni el mago Nicolás podía hacer que volviéramos al pasado. Fran había muerto en mi lugar. Para colmo ahora me entero de que me quería. ¿Por qué a mí? Debería de haber muerto yo, no él. Después de haber matado a Fran, la bruja Jane desapareció riéndose a carcajadas al ver como Fran había caído al suelo. Al verme llorar, los demás vinieron, y me acompañaron en el sufrimiento. Diana, Pablo y Ángel ya estaban bien y tenían boca. Todos queríamos acabar de una vez por todas con Jane, porque verdaderamente, esa mujer era una hija de puta, sin insultar a su madre. Fran era nuestra salvación. Si no fuera por él, yo estaría en silla de ruedas y Ángel estaría muerto. Pobre Fran. ¡Y en su testamento ponía que me quería!
Abracé a Ángel. Menos mal que estaba vivo. No sé que habría hecho sin él. Enseguida le besé en la boca, como disculpa por haber rechazado su abrazo esta mañana. Me separé de él y fui hacia Miriam, que sostenía entre sus brazos el cachorrito de Fran. Acaricié el perrito, llamado Bethoveen. Enseguida abracé a Miriam. Ambas llorábamos. Estábamos en el jardín de la casa de Miriam, donde habíamos enterrado a Fran. No era un lugar muy bueno, pero era el único sitio donde podíamos hacerlo. Lo habíamos metido en un atáud que el mago Nicolás había hecho aparecer de la nada. Me separé de Miriam y me dirigí a Lucía. Entre sus manos sostenía la pecera con los tres peces payaso de Fran dentro. Los peces nadaban felices, en cambio Lucía lloraba silenciosamente, mirando hacia ninguna parte. Le abracé como a Miriam. Aunque Lucía era la que menos había tenido contacto con Fran, le había cogido mucho cariño, como todos. Pobre Fran. Y todo por mi culpa. MI CULPA:
-Chicos, venid-nos llamó el mago Nicolás-.
Los ocho nos acercamos al mago Nicolás, cada uno con lo que le había legado Fran. Lo mío era un corazón de peluche y lo del mago Nicolás y Tomás, las llaves de la casa y del huerto:
-Chicos. Habéis sido muy importantes para Fran, aunque sólo haga una semana que os conoce. Sobre todo tú señorita Paula. Al parecer el señor Fran te quería, y por eso murió en su lugar.
-No me lo recuerde mago Nicolás. Porque sé que ha sido culpa mía, porque...
-Te prohíbo que digas que ha sido culpa tuya-me interrumpió Ángel-. Fue Fran el que decidió morir en tu lugar. No le culpo, yo también habría muerto en tu lugar.
-Ángel. Sí fue culpa mía. Murió no sólo por protegerme. La bruja Jane no me hubiera lanzado un hechizo mortal si yo no hubiera desobedecido, si me hubiera quedado junto a ti, si no hubiera querido intentar matar a Jane.
-Cielo, es normal que quisieras matarla. No te culpes, porque estás viva.
-¡Yo sí, pero Fran no! ¡Y es mi culpa!
Me quité el brazo de Ángel de encima de mis hombros y empecé a flotar. Iba hacia ninguna parte. Sólo el mago Nicolás podía seguirme, pero no lo hizo. Una vez, cuando era un adolescente normal, su mejor amigo murió por él, protegiéndole de un cuchillo que le lanzó su peor enemigo del instituto, así que sabía cómo se sentía Paula, por eso la dejó ir.
Seguí flotando, hasta que hubo un momento que no podía respirar bien. Empecé a toser con fuerza, hasta que empecé a caer, sin parar de toser. Era imposible volver a concentrarme otra vez, así que me dije a mí misma “bueno, por lo menos muero, que es lo que debería de haber pasado”. Cuando estaba a unos 100 m del suelo, algo hizo que no cayera. Vi que era una persona. Esa persona podía volar, así que me llevó suavemente al suelo. No pude verle la cara. Me dejó allí tumbada y se fue volando, sin necesidad de alas ni nada parecido. Pero sin haberle visto la cara, yo sabía quién era. Lo había reconocio por las pulseras que llevaba en las muñecas. Por sus grandes manos. Fran no estaba muerto, seguía allí, y me había vuelto a salvar la vida. Su figura ya no se veía. Aún así, me puse de rodillas y grité con todas mis fuerzas:
-¡¡FRAN, LO SIENTO MUCHO!! ¡¡TODO HA SIDO CULPA MÍA!! ¡¡TE QUIERO MUCHOOOOOOOO!! ¡¡COMO AMIGA EHH!! ¡¡NUNCA TE OLVIDARÉÉÉÉÉÉ!
Dejé de gritar, respirando agitadamente. Miré al suelo. Ya no tenía nada que perder. Podía morir sin preocupaciones. Miré al cielo. Algo se acercaba. Era la persona de antes. Llegó a mi lado y se quitó la capucha que llevaba. Fran estaba allí. Con su sonrisa y su amabilidad de siempre:
-Paula, no ha sido tu culpa. Fui yo el que quiso morir en tu lugar.
-¡Pero, pero si yo no, no hubiera desobedecido, seguirías, seguirías aquí, vivo!-dije sollozando-.
-Paula, tranquilízate ¿vale? No quiero que te culpes. El destino estaba escrito y ya no hay vuelta atrás. Llorar no sirve de nada. Siempre me tendrás ahí-dijo señalando mi corazón-. Y yo también-añadió-.
-Fran, ¡has muerto! ¡Has muerto, y no me culpas! ¡Merezco morir!
-¡Vamos Paula, no digas eso! Ahora soy un fantasma, y la gente con energía positiva puede verme, mientras me quede en la Tierra. Y me quedaré hasta que me digas que no ha sido culpa tuya. Si me lo dices, estaré tranquillo.
-¡Es que lo ha sido! ¡Joder, lo ha sido y nadie me entiende!
Empecé a correr hacia un precipicio que había cerca. Estaba decidida a tirarme. Pero fue imposible. Fran venía detrás y me cogió de los hombros para pararme, tal y como había hecho cuando murió:
-¿Cómo puedes, cómo puedes tocarme?
-Paula, estoy aquí. Acuérdate de esta mañana. Me puse delante tuya porque quise. Igual que puedo tirarme por ti porque quiero. Y lo hice porque te quiero.
-Pero Fran, ha sido mi culpa...
-Dime que no es culpa tuya y será como si nunca hubiera muerto.
-Pero lo estás, lo estás...
-Sabes que no hay marcha atrás. Venga, dime lo que quiero oír.
-Pero...
-Dilo, por favor.
-No, no fue mi, mi culpa-y rompí a llorar-.
Fran me abrazó y me susurró al oído:
-Te quiero, nunca te olvidaré.
Y empezó a elevarse en el cielo, llevado por una luz blanca:
-¡NUNCA TE OLVIDARÉ FRAN! ¡NUNCAA!
Y ahí me quedé llorando, hasta que vinieron a buscarme.



2 comentarios:

  1. Amai entonces fran seria algo asi como un fantasma no? Atte: Ya sabes

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    1. si, fran ya se ha ido al cielo para siempre, ya no volvera

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