Capítulo 28: EL remedio (la mente mágica)

Tuve que acostumbrarme a mis noches de cacería de pájaros y a no besar durante todo el día a Ángel. Él me dijo que le besara y así también se convertiría en mitad demonio, pero yo no le quería convertir, no quería ser tan monstruo. Ángel siempre me decía que ser mitad demonio no era malo, es más, era bueno. Más poder, más posibilidades de matar a Jane. Yo no lo veía así. Cada vez que me enfadaba, me salían rayos lásers de los ojos, sin poder controlarlo. Cada vez que quería huir, me salían mis grandes alas negras, tiraba jarrones, vasos... Estaba ya harta. En cambio, parecía que Lucía y Arthur estaban muy felices, volando como dos gorriones emparejados, bueno, más parecían cuervos que gorriones. Que risa.

Ahora todas las noches tenía que aguantar los tonteos de los otros dos, y yo sin poder besar a mi novio. Llegó una noche que del enfado conseguí volar igual de rápido que Pablo la noche que me convertí en mitad demonio, y llegué hasta Japón. Cené un sushi y volví al hotel. No sé ni cómo encontré el camino.

Lo que me hizo más feliz fue lo que pasó justo el día de Navidad. Estábamos celebrando la nochebuena con pequeñas copas de vino tinto, sólo bebimos una, que conste, y entonces el mago Nicolás llegó con nuestros regalos:

-Bien. Os habéis portado muy bien y por eso os traigo estos regalos. Para Mario esta escoba. Es mágica y era de tu tataratatarabuela, una muy buena amiga mía. Al morir, me dijo que le diera esto a su bisnieto, tú.

Le entregó la escoba a Mario. Éste se montó en ella e imitó a Harry Potter. Pegó una patada en el suelo y empezó a elevarse hasta chocar en el techo. Tras varias risas, el mago Nicolás siguió entregando los regalos:

-Miriam, a ti te doy esta alfombra mágica, para que puedas desplazarte como si tuvieras alas.

Se la entregó y Miriam se montó encima. Pronunció la palabra “arriba”, y empezó a flotar suavemente. Sonriendo, dijo “abajo”, y se posó en el suelo.

-Tomás, a ti te doy esta capa de invisibilidad, legado de tu abuelo, Marc.

Tomás se colocó la capa por los hombros y todo su cuerpo desapareció excepto su cabeza. Sorprendido, se quitó la capa:

-Diana, a ti te doy esta bola de cristal. Con ella podrás ver los pensamientos de las personas. Ángel, a ti te doy estas gafas mágicas. Con ellas puedes ver a través de cualquier objeto sólido, incluso de personas. Lucía, a ti te doy estas gafas de sol, que impiden que los rayos lásers salgan de tus ojos, lo mismo te doy a ti Arthur. Y Paula, a ti de voy a dar este tarrito-dijo mostrándome un tarrito de cristal con un líquido verde al interior-. Es un remedio para volver a ser humana. Ahora tienes que tomar una decisión. Ángel estaría de acuerdo en que le convirtieras en mitad demonio, o cortas con él, o te bebes este remedio, ¿qué decides? Cada cosa tiene una parte buena, aunque sea mínima.

-Vale. La opción de cortar con Ángel eliminada. Ahora... o convierto a Ángel en mitad demonio o bebo el remedio...-dije-.

-Piensa bien cielo. Al ser mitad demonio, tendríamos más poderes, y al ser humanos, sólo los nuestros hasta que seamos adultos. Si decides convertirme en mitad demonio, yo lo acepto, ya te lo ofrecí antes.

-Pues.... no sé. Es muy difícil. No quiero amargarte la vida convirtiéndote en mitad demonio Ángel. Así que...

-¡No!-me interrumpió Ángel-. No me la amargarías, sería guay-rió-.

-Pero...

-Tú y sólo tú decides, Paula-intervino el mago Nicolás-.

-Bien, pues decido....

-¿Qué?-preguntaron todos con las ganas-.