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miércoles, 28 de agosto de 2013

Capítulo 35: La prueba (La mente mágica)


Galopando sobre los caballos, llegamos a la entrada del gran castillo. El típico puente levadizo estaba bajado, para que pudiéramos pasar. A paso lento, atravesamos el puente. Al llegar al final de éste, vimos que la plaza principal del castillo estaba totalmente llena de todos los seres inmortales y mágicos inimaginables. Vampiros, lobos, que serían hombres lobos, magos y brujas, algunos demonios buenos y ángeles, hasta sirenas, magos y brujas, y en una plataforma estaba La reina de la Magia. La mujer llevaba un vestido largo hasta los pies, color crema y lleno de florecitas. Su rubio pelo iba recogido en un moño alto, bien realizado. Sus pies no se veían a causa del vestido, y en la mano, llevaba lo que parecía un pergamino de papel:
-Bienvenidos, elegidos-dijo, dirigiéndose a nosotros-.
-¡Inclinaos!-nos susurró el mago Nicolás-.
Nos bajamos de los caballos, y nos inclinamos hacia la reina, la mayoría avergonzados:
-Venid. Tenéis que elegir a vuestro ejército.
Movió la mano y aparecieron diez sillas de oro y plata. Por arte de magia, jajaja, qué gracia, empezamos a flotar, incluido el mago Nicolás, hasta posarnos en la plataforma. Mike se mezcló entre la multitud. La reina abrió el pergamino y empezó a leer lo que sería su discurso:
-Queridos seres, mágicos e inmortales. Hoy estamos todos reunidos aquí para conocer a nuestros actuales elegidos. Sus nombres son Paula-me incliné-. Ángel, Miriam, Mario, Diana, Tomás, Lucía y Arthur-aplaudieron-. Desgraciadamente, les toca luchar contra un alma que no quiso irse al cielo: La bruja Jane Litchelinsen. Por ello, necesitan nuestra ayuda, la ayuda de magos y brujas, y demás seres mágicos e inmortales. Hoy se realizará una dura prueba, en las que los elegidos observarán a los mejores guerreros y guerreras, y al final de cada prueba, eliminarán a diez guerreros, o guerreras, que no les hayan parecido lo suficientemente buenos para luchar. Sé que es difícil, pero es lo que hemos decidido, y lo que se va a hacer. Junto al jurado, está nuestra actual alma para los nacimientos, Mago Nicolás X. Si los elegidos tienen alguna duda, Nicolás podrá ayudarles. Que los espectadores tomen asiento-movió la mano y aparecieron un montón de sillas-. Y que los participantes se preparen para la primera prueba. Gracias.
Tras miles de aplausos, nos sentamos en las diez sillas, la reina en el centro, que movió la mano e hizo aparecer un especie de circuito, que se trataba de: Lo primero, una piscina de barro que deberían de atravesar saltando, después, una red que deberían de escalar, y por último, una enorme cascada por la que deberían de bajar, construyendo su propia cuerda y ganchos para bajar por las piedras:
-Que se preparen los veinte primeros. Elegidos, tendréis que eliminar a diez. En realidad, esta es la única prueba, sino, sería mucho trabajo.
-Está bien-dije-.
-¡Preparados, listos, ya!-gritó la reina-.
Los primeros veinte guerreros, empezaron a saltar hacia la piscina de barro. Uno de los concursantes era un centauro, y lo tenía mucho más fácil, con sus patas de caballo. Fue el primero en atravesar la piscina, y entonces se dirigió a la red, que tenía casi imposible de escalar. Un demonio le alcanzó, que sacó sus alas, y pasó por encima de la red y de la cascada. Me pregunté si eso estaba permitido, y como la reina no dijo nada, el demonio llegó a la meta, victorioso.
Tras tres horas de eliminaciones y risas, nos quedó nuestro ejército, de diez mil seres mágicos e inmortales. Mike estaba entre ellos:
-Bien. El ejército ya está listo. Esas serán las primeras filas, los que han sido eliminados, irán en las filas de atrás, sustituirán a los que caigan en la parte de delante. Elegidos, tendréis que venir aquí en una semana, tendremos entrenamiento. Como es una excepción, para la guerra os daremos todos los poderes, convirtiéndoos en magos y brujas oficiales. Como sois los elegidos, si ganáis la guerra, podréis guardar los poderes. En una semana, aquí a primera hora de la mañana. Podéis retiraros.
Tras una reverencia, nos montamos en los caballos alados, acompañados por Mike, y salimos del castillo. Llegamos hasta la puerta, y salimos del mundo mágico. El mago Nicolás cerró la puerta y salimos del almacén del bar. Al subir por las escaleras, el bar seguía vacío. El mago Nicolás movió la mano y la barra se llenó de comida deliciosa y apetitosa:
-Creo que nos merecemos una buena comida-dijo, sonriendo-. Serviros.
Nos sentamos en las sillas, y empezamos a comer como leones. Teníamos un hambre de muerte. Disfrutábamos de la comida, entre risas, pero yo no dejaba de pensar en la guerra, ya próxima. Y pensar que lucharíamos contra Jane y su ejército a muerte. No quería que nuestros guerreros se murieran a nuestra causa, protegiéndonos. A pesar de que nosotros también corríamos el riesgo, no me preocupaba por mí, me preocupaba por los demás. Siempre había sido así:
-Cielo, creo que aún no hemos celebrado nuestra comida de nochebuena-me susurró Ángel sonriendo-.
-Cenaremos esta noche por ahí-susurré-. Lo pasaremos de puta madre-sonreí-.
-Esa boquita cariño-rió-.
-Te quiero.
-Y yo más.
Y le di un pequeño pico:
-¿Qué hacemos esta tarde?-preguntó Tomás-.
-Dormir. Estoy muerto-dijo Mario, bostezando-.
-Cielo, tú siempre durmiendo.
-¡Oye! ¡Qué hoy hemos hecho mucho trabajo!-replicó-.
-Flojo-dijo Miriam riendo-.
-¿Sabes que te quiero?
-Sí, y mucho-rió Miriam-.
-Vamos por ahí, de compras-dije, poniendo pucheritos-.
-Está bieeen-dijo el mago Nicolás-. Vámonos anda-añadió-.
Salimos del bar, por fin para divertirnos el día de Navidad.


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