Los
días siguientes fueron los peores de mi vida. No sé como, pero Fran
se había convertido en alguien muy importante para mí. Un gran
amigo. El hermano mayor que nunca tuve.
Las dos
semanas después de la muerte de Fran pasaron tranquilas, o casi. Le
estábamos regalando poder a Jane al sufrir y llorar por la muerte de
Fran. El mago Nicolás siempre nos avisaba, pero en ese momento era
imposible no llorar una vez durante el día.
El
tiempo que no estábamos con la cabeza gacha sentados en el sofá con
la tele encendida, verdaderamente para nada, porque no estábamos
atentos a ésta, mis amigos y yo sacábamos a pasear a Bethoveen. Era
muy divertido ver al perrito corretear alegre, ladrándole a otros
perros, persiguiéndose la cola... Aunque el perrito fuera de Miriam,
ella decía que Bethoveen era suyo, de Lucía, de Diana y mío. En
cambio, el gato de Ángel, sólo era mío y de él, pero era como si
no lo fuera, porque el gatito, de seis meses, llamado Mirti, se
pasaba todo el día dando vueltas por la casa, tumbándose en el
sofá, dejándose acariciar por todos...
El
último día del mes de mayo, fuimos a visitar el huerto de Fran, que
había legado a Tomás. No nos imaginábamos para nada que el huerto
fuera tan grande. Al llegar, se acercaron unos hombres de mediana
edad, ataviados de un peto vaquero y un sombrero de paja cada uno.
Nos saludaron y nos dijeron que eran trabajadores de Fran,
gratuitamente, ya que a los hombres les encantaba ese trabajo.
Preguntaron a quién había legado el huerto su jefe, apenados por la
muerte de éste. Tomás se presentó e insistió en que les pagaría
a cada uno por lo menos 200€ por mes. Los ancianos replicaron y
tras muchas negociaciones, aceptaron cobrar 100€ al mes. El resto
del día ayudamos en el huerto, olvidándonos por un rato de Fran.
El
primer día de junio, visitamos la casa de Fran. No fue un buen plan.
Enseguida, las chicas nos pusimos a llorar, y los chicos aguantaban
el llanto, para hacerse los fuertes.
Lo
increíble fue lo que pasó durante la tercera semana desde la muerte
de Fran. Ese día estaba un poco más alegre, ya que era mi
aniversario con Ángel de las tres semanas. Mis amigas y yo lo
estábamos celebrando, hasta que llamaron a la puerta. Lucía fue a
abrir y se encontró con una chica guapísima, de ojos verdes, pelo
castaño y liso hasta los hombros, y con la piel morena. Lucía
estaba sorprendidísima, preguntándose quién sería esa chica. Me
acerqué a la puerta, viendo que no se escuchaba hablar a nadie. Al
ver a la chica, le pregunté:
-Hola.
¿Quién eres?
-Soy
Jullie-respondió la chica-.
-¿A qué
has venido?-pregunté, intentando ser educada-.
-He venido
a buscar a Pablo.
-¿Pablo?-intervino
Lucía-. ¿Para qué?-preguntó un poco enfadada-.
-Hemos
quedado para comer.
-¿Qué?-preguntó
Lucía-. De eso ni hablar. Pablo es mi novio y no se va a mover de
esta casa.
-Vaya, una
novia mandona y maleducada. No te imaginaba así, elegida.
-¿De qué
hablas?-pregunté nerviosa-.
-Tú
cállate la boca-me respondió mirándome con cara de asco-.
-¿Pero
quién te crees que eres?-le grité-.
-Soy
Jullie, la novia de Pablo.
-¿Qué?
No, no puede ser....-dijo Lucía, al borde del llanto-.
-Tranquilízate
Lucía. Estoy segura de que es una broma pesada.
-¿A sí?
¿Y entonces por qué pasa esto? ¡Pablo, cariño, estoy aquí!-gritó
Jullie-.
Pablo
llegó a la puerta enseguida, pero al ver a Lucía, se puso
verdaderamente nervioso:
-Lucía,
te juro que yo no conozco a esta....
-¡¿A
SÍ?! ¿¿Y ENTONCES POR QUÉ HAS VENIDO CUANDO TE HA LLAMADO?? ¿¿POR
QUÉ??
-Pues...-titubeó
Pablo-.
-¡¡CAPULLO!!
¡¡ESO ES LO ÚNICO QUE ERES!! ¡¡UN CAPULLO!!
-¡Lucía,
tranquilízate!-gritó Pablo-.
-¡¡PUES
NO!! ¡¡PORQUE ME HAS ENGAÑADO CON ESTA PUTA!!
A
continuación, Lucía le pegó una torta a Pablo. Éste empezó a
frotarse la mejilla dolorida:
-¿¿PERO
QUÉ HAS HECHO ZORRA?? ¡¡PABLO SALÍA CONMIGO DESDE ANTES QUÉ TÚ!!
¡¡LE PEDÍ YO QUE TE PIDIERA SALIR, PARA QUE SE INFILTRARA EN LOS
ELEGIDOS, PORQUE SABÍA QUE ÉL TAMBIÉN ERA UNO!! ¡¡PABLO SIEMPRE
HA ESTADO DEL LADO DEL MAL!! ¡¡ES UN DEMONIO!!
Jullie
se tapó la boca, sabiendo que había hablado demasiado. De su
espalda salieron unas grandes alas negras, y enseguida echó a volar,
dejando a Lucía con ganas de matar a Pablo, a mí boquiabierta, a
Pablo frotándose la mejilla y a los demás jóvenes empujándose en
la puerta para saber que había pasado, atraídos por los gritos:
-Lucía,
cielo...
-¡¡NI
CIELO NI COÑO!! ¡¡VETE A LA MIERDA!!
Lucía
entró en la casa, empujando a todos. Subió las escaleras y entró
en su habitación, haciendo sonar un portazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario