Mientras
tanto, en el castillo de la bruja Jane:
-Señora, he divisado que los
elegidos, ¡ya saben que son los elegidos!
-¡¿Quéééé!?-exclamó
Jane-.¡¡Eso es imposible!!¿Cómo han podido saberlo?
-La dueña de la panadería que le
dijo a usted que le iba a ser fiel se lo ha contado.
-¡Pues esa mujer será
castigada!¡Y ahora, tráigame al chico ese, Pablo, el octavo
elegido, que aún no sabe que lo es!
-Enseguida señora.
El sirviente de la bruja Jane, el
director del instituto de los elegidos, salió de la habitación
principal del castillo y bajó a los calabozos. Allí, se dirigió a
la última celda del pasillo, donde estaba encerrado el único
elegido que todavía no sabía que lo era: Pablo.
El sirviente lo encontró dormido,
así que, intentando armar estruendo, abrió ruidosamente la puerta
de la celda, que, al ser de hierro, chirrió desagradablemente. Se
acercó al chico. Llegó junto a él y empezó a zarandearlo
violentamente. Pablo abrió los ojos y vio que el que lo había
despertado era su director. Pensando que había venido a salvarle,
Pablo exclamó:
-¡Señor director!¡Ha venido a
salvarme de la bruja Jane!¡Muchísimas gracias!-al decir esto, Pablo
se arrodilló ante su director-.
-No sé de que me estás hablando
chico. No soy tu director, ni lo fui, ni lo seré. Soy, fui y seré
sirviente de la grandiosa bruja Jane.
-¡¿Quééé!? No señor, usted
es mi director en el instituto-dijo Pablo dándose por vencido,
convencido de que Jane habría hechizado a su director-.
El director ató el tobillo de
Pablo a una cadena, que, al mismo tiempo iba atada a una bola de
hierro y, empujándole, lo llevó hasta la habitación principal del
castillo, donde Jane los esperaba impaciente para poder realizar su
plan, en el que Pablo sería el cebo.
Volviendo
al instituto de los elegidos:
Seguimos caminando, yo aferrada al
brazo que me había encontrado al bajar del autobús. A duras penas
conseguimos llegar a la entrada del instituto. El primero de la
comitiva abrió la puerta, y vimos que el interior estaba iluminado.
Hartos de tanta oscuridad, entramos a galope en el instituto y por
fin solté el brazo al que me había estado agarrando. Pude ver que
el brazo era de Tomás. Me sonrojé un poco, al fin y al cabo, el
brazo de Tomás estaba muy musculado.
Todos miramos hacia el techo, sin
fijarnos en lo que había en el suelo. El techo estaba negro, lleno
de la misma niebla negra que había en el exterior. Entonces, a
Miriam se le ocurrió mirar hacia abajo y pegó un grito desgarrador:
-¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!
Todos nos sobresaltamos y al mismo
tiempo gritamos al mirar hacia abajo. La imagen era MUY DESAGRADABLE.
Lo que había eran muchos cuerpos
de adolescentes, inertes, con la piel pálida como el mármol y con
los ojos de todos en blanco. La mayoría tenía una nube de niebla
negra flotando sobre su cuerpo, pero otros tantos tenían sangre
alrededor. A mí, como era muy atrevida, que a veces eso no es bueno,
se me ocurrió buscar el cuerpo de Rosa, esperando encontrarla
insconsciente. Ya sé que eso es de bruja, pero es que Rosa era
verdaderamente desagradable conmigo y mis amigos. Empezé a caminar
entre los cuerpos, buscando el de Rosa, pero lo que encontré no era
de mi agrado.
Había muchos cuerpos inertes de
mis compañeros de clase, incluso de algunos profesores.
Miriam se acercó a mí, y me
dijo:
-¿A esto es a lo que se refería
la dueña de la panadería?
-Creo, creo que sí-le contesté-.
-Pues es horrible.
-Y que lo digas.
Miriam y yo nos reunimos con los
demás, que estaban boquiabiertos:
-¿Pero qué pasa?¿Todos los
alumnos y profesores están mu-muertos?
-Yo creo que sólo los que tienen
un charco de sangre alrededor. Y los demás estarán vivos, pero por
poco tiempo-dijo Fran-.
-Esperemos. Mejor vámonos de
aquí, creo que hemos visto suficiente-dijo Mario-.
Antes de que pudiéramos salir del
instituto, escuchamos mucho jaleo detrás de nosotros. Nos giramos y:
-¡¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!
No era de extrañar que
hubiésemos gritado tan fuerte, ya que había caminando hacia
nosotros todos los cuerpos que antes estaban inertes, que ahora
caminaban como zombies. Empezamos a correr, pero al llegar a la
puerta, vimos que nos la bloqueaban Rosa, Celestia y María, una
chica muy amable y empollona de mi clase:
-A matar a los elegidos, a matar a
los elegidos, a matar a los elegidos-repetían mientras se acercaban
a nosotros cada vez más-.
Desesperada, me concentré en
el cuerpo-zombie de Rosa, que era el que estaba más cerca, e hice
que el cuerpo se levantara hasta el techo, y luego lo lancé al piso
de arriba del instituto. Miriam cogió una puerta de taquilla que
había en el suelo, y a la velocidad de la luz, empezó a golpear con
ella la cabeza de los cuerpos-zombies. Todos cayeron al suelo, pero
seguían conscientes. A lo suyo, Tomás hizo que entrara un huracán
por la puerta, que empujó a todos los cuerpos-zombies hacia la pared
sur de la estancia. Nosotros no nos estrellamos al igual que ellos,
porque Mario había creado un escudo protegiéndonos:
-¡Vámonos de aquí!-grité-
Tras decir esto, hice que la
puerta del instituto se abriera y nos dejara paso, y con los zombies
corriendo detrás nuestra, empezamos a movernos a través de aquella
espesa niebla negra.
Andando, me choqué con alguien
y empezé a gritar:
-¡¡¡AHHHHHHHHHH!!!
Entonces, esa persona me tapó
la boca y me susurró:
-Tranquila cielo, soy yo.
Suspiré aliviada al saber que
era Ángel. Le busqué la mano, y al encontrarla, la sentí viscosa y
con la piel podrida:
-¡AHHH!¡SOCORRO!¡TÚ NO ERES
ÁNGEL!
Entonces, sentí que esas
mismas manos me cogieron de la cintura levantándome del suelo.
Empecé a gritar y a patalear con fuerza, pero el zombie que antes se
había convertido en Ángel no me soltaba.
-¡POR FAVOR!¡AYUDADME!
Escuché muchos pasos y gritos
a mi alrededor y al final de lo que parecía un pasillo había una
luz. “Por favor, que esto sea una pesadilla”, pensaba con todas
mis fuerzas. Fue cuando sentí que me lanzaban en el aire y tras
quedarme flotando en la nada durante medio minuto, caí con
brusquedad en lo que parecía un suelo de piedra. Empezé a sentir mi
sangre caliente gotear por mi cara, y mis fuerzas que se me iban, y
entonces escuché a una mujer con la voz desconocida para mí gritar:
-¡Idiotas!¡Os dije que la quería
viva, no medio muerta!
Haciendo todo el esfuerzo
posible por abrir los ojos, me empezó a doler mucho la cabeza y me
entraron arcadas. Sin poder aguantarme, me vomité encima, y eso fue
lo último que hice durante cuatro días, en los que estuve
insconsciente.
O.O
ResponderEliminarjajaja
ResponderEliminarohh my god me va a dar algo que bien escribes
ResponderEliminarmuchisimas gracias, 1 Beso! :)
Eliminar