“Hola,
soy Francisco Javier García, y este es mi testamento. Lo escribo
porque desde hace una semana, ayudo a unos jóvenes, los elegidos, a
salvar el mundo. Al ayudarlos, corro el peligro de morir más
fácilmente. Mi casa se la lego al mago Nicolás, que seguro que
necesita estar alejado de los elegidos un tiempecito. Mi perro a
Miriam, que sé que le encantan. Mi guitarra eléctrica a Mario,
porque sé que la toca muy bien. Mis pececitos a Lucía, porque sé
que sabrá cuidarlos. Mi huerto a Tomás, porque sé que le gusta
cuidar de las plantas. Mi Mp5 a Diana, porque sé que quería uno por
Navidad y no se lo regalaron. A Pablo le doy mi autobús, a Ángel mi
gato, a la bruja Jane el infierno y a Paula le doy todo mi amor. Te
quiero, Paula. (No te enfades Ángel, ya que seguramente este
testamento se leerá en muchos años).”
20
de mayo de 2013
Ese era
el testamento de Fran. Todos llorábamos. Yo la que más. Fran había
muerto por mi culpa, mi inmadurez, mi desobediencia. Jamás debería
de haberme ido de al lado de Ángel, jamás debería de haber
desobedecido. Jamás. Pero no podía volver al pasado. Ni el mago
Nicolás podía hacer que volviéramos al pasado. Fran había muerto
en mi lugar. Para colmo ahora me entero de que me quería. ¿Por qué
a mí? Debería de haber muerto yo, no él. Después de haber matado
a Fran, la bruja Jane desapareció riéndose a carcajadas al ver como
Fran había caído al suelo. Al verme llorar, los demás vinieron, y
me acompañaron en el sufrimiento. Diana, Pablo y Ángel ya estaban
bien y tenían boca. Todos queríamos acabar de una vez por todas con
Jane, porque verdaderamente, esa mujer era una hija de puta, sin
insultar a su madre. Fran era nuestra salvación. Si no fuera por él,
yo estaría en silla de ruedas y Ángel estaría muerto. Pobre Fran.
¡Y en su testamento ponía que me quería!
Abracé a
Ángel. Menos mal que estaba vivo. No sé que habría hecho sin él.
Enseguida le besé en la boca, como disculpa por haber rechazado su
abrazo esta mañana. Me separé de él y fui hacia Miriam, que
sostenía entre sus brazos el cachorrito de Fran. Acaricié el
perrito, llamado Bethoveen. Enseguida abracé a Miriam. Ambas
llorábamos. Estábamos en el jardín de la casa de Miriam, donde
habíamos enterrado a Fran. No era un lugar muy bueno, pero era el
único sitio donde podíamos hacerlo. Lo habíamos metido en un atáud
que el mago Nicolás había hecho aparecer de la nada. Me separé de
Miriam y me dirigí a Lucía. Entre sus manos sostenía la pecera con
los tres peces payaso de Fran dentro. Los peces nadaban felices, en
cambio Lucía lloraba silenciosamente, mirando hacia ninguna parte.
Le abracé como a Miriam. Aunque Lucía era la que menos había
tenido contacto con Fran, le había cogido mucho cariño, como todos.
Pobre Fran. Y todo por mi culpa. MI CULPA:
-Chicos,
venid-nos llamó el mago Nicolás-.
Los
ocho nos acercamos al mago Nicolás, cada uno con lo que le había
legado Fran. Lo mío era un corazón de peluche y lo del mago Nicolás
y Tomás, las llaves de la casa y del huerto:
-Chicos.
Habéis sido muy importantes para Fran, aunque sólo haga una semana
que os conoce. Sobre todo tú señorita Paula. Al parecer el señor
Fran te quería, y por eso murió en su lugar.
-No me lo
recuerde mago Nicolás. Porque sé que ha sido culpa mía, porque...
-Te
prohíbo que digas que ha sido culpa tuya-me interrumpió Ángel-.
Fue Fran el que decidió morir en tu lugar. No le culpo, yo también
habría muerto en tu lugar.
-Ángel.
Sí fue culpa mía. Murió no sólo por protegerme. La bruja Jane no
me hubiera lanzado un hechizo mortal si yo no hubiera desobedecido,
si me hubiera quedado junto a ti, si no hubiera querido intentar
matar a Jane.
-Cielo, es
normal que quisieras matarla. No te culpes, porque estás viva.
-¡Yo sí,
pero Fran no! ¡Y es mi culpa!
Me
quité el brazo de Ángel de encima de mis hombros y empecé a
flotar. Iba hacia ninguna parte. Sólo el mago Nicolás podía
seguirme, pero no lo hizo. Una vez, cuando era un adolescente normal,
su mejor amigo murió por él, protegiéndole de un cuchillo que le
lanzó su peor enemigo del instituto, así que sabía cómo se sentía
Paula, por eso la dejó ir.
Seguí
flotando, hasta que hubo un momento que no podía respirar bien.
Empecé a toser con fuerza, hasta que empecé a caer, sin parar de
toser. Era imposible volver a concentrarme otra vez, así que me dije
a mí misma “bueno, por lo menos muero, que es lo que debería de
haber pasado”. Cuando estaba a unos 100 m del suelo, algo hizo que
no cayera. Vi que era una persona. Esa persona podía volar, así que
me llevó suavemente al suelo. No pude verle la cara. Me dejó allí
tumbada y se fue volando, sin necesidad de alas ni nada parecido.
Pero sin haberle visto la cara, yo sabía quién era. Lo había
reconocio por las pulseras que llevaba en las muñecas. Por sus
grandes manos. Fran no estaba muerto, seguía allí, y me había
vuelto a salvar la vida. Su figura ya no se veía. Aún así, me puse
de rodillas y grité con todas mis fuerzas:
-¡¡FRAN,
LO SIENTO MUCHO!! ¡¡TODO HA SIDO CULPA MÍA!! ¡¡TE QUIERO
MUCHOOOOOOOO!! ¡¡COMO AMIGA EHH!! ¡¡NUNCA TE OLVIDARÉÉÉÉÉÉ!
Dejé
de gritar, respirando agitadamente. Miré al suelo. Ya no tenía nada
que perder. Podía morir sin preocupaciones. Miré al cielo. Algo se
acercaba. Era la persona de antes. Llegó a mi lado y se quitó la
capucha que llevaba. Fran estaba allí. Con su sonrisa y su
amabilidad de siempre:
-Paula, no
ha sido tu culpa. Fui yo el que quiso morir en tu lugar.
-¡Pero,
pero si yo no, no hubiera desobedecido, seguirías, seguirías aquí,
vivo!-dije sollozando-.
-Paula,
tranquilízate ¿vale? No quiero que te culpes. El destino estaba
escrito y ya no hay vuelta atrás. Llorar no sirve de nada. Siempre
me tendrás ahí-dijo señalando mi corazón-. Y yo también-añadió-.
-Fran,
¡has muerto! ¡Has muerto, y no me culpas! ¡Merezco morir!
-¡Vamos
Paula, no digas eso! Ahora soy un fantasma, y la gente con energía
positiva puede verme, mientras me quede en la Tierra. Y me quedaré
hasta que me digas que no ha sido culpa tuya. Si me lo dices, estaré
tranquillo.
-¡Es que
lo ha sido! ¡Joder, lo ha sido y nadie me entiende!
Empecé
a correr hacia un precipicio que había cerca. Estaba decidida a
tirarme. Pero fue imposible. Fran venía detrás y me cogió de los
hombros para pararme, tal y como había hecho cuando murió:
-¿Cómo
puedes, cómo puedes tocarme?
-Paula,
estoy aquí. Acuérdate de esta mañana. Me puse delante tuya porque
quise. Igual que puedo tirarme por ti porque quiero. Y lo hice porque
te quiero.
-Pero
Fran, ha sido mi culpa...
-Dime que
no es culpa tuya y será como si nunca hubiera muerto.
-Pero lo
estás, lo estás...
-Sabes que
no hay marcha atrás. Venga, dime lo que quiero oír.
-Pero...
-Dilo, por
favor.
-No, no
fue mi, mi culpa-y rompí a llorar-.
Fran me
abrazó y me susurró al oído:
-Te
quiero, nunca te olvidaré.
Y
empezó a elevarse en el cielo, llevado por una luz blanca:
-¡NUNCA
TE OLVIDARÉ FRAN! ¡NUNCAA!
Y ahí
me quedé llorando, hasta que vinieron a buscarme.
Amai entonces fran seria algo asi como un fantasma no? Atte: Ya sabes
ResponderEliminarsi, fran ya se ha ido al cielo para siempre, ya no volvera
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