Galopando
sobre los caballos, llegamos a la entrada del gran castillo. El
típico puente levadizo estaba bajado, para que pudiéramos pasar. A
paso lento, atravesamos el puente. Al llegar al final de éste, vimos
que la plaza principal del castillo estaba totalmente llena de todos
los seres inmortales y mágicos inimaginables. Vampiros, lobos, que
serían hombres lobos, magos y brujas, algunos demonios buenos y
ángeles, hasta sirenas, magos y brujas, y en una plataforma estaba
La reina de la Magia. La mujer llevaba un vestido largo hasta los
pies, color crema y lleno de florecitas. Su rubio pelo iba recogido
en un moño alto, bien realizado. Sus pies no se veían a causa del
vestido, y en la mano, llevaba lo que parecía un pergamino de papel:
-Bienvenidos,
elegidos-dijo, dirigiéndose a nosotros-.
-¡Inclinaos!-nos
susurró el mago Nicolás-.
Nos
bajamos de los caballos, y nos inclinamos hacia la reina, la mayoría
avergonzados:
-Venid.
Tenéis que elegir a vuestro ejército.
Movió
la mano y aparecieron diez sillas de oro y plata. Por arte de magia,
jajaja, qué gracia, empezamos a flotar, incluido el mago Nicolás,
hasta posarnos en la plataforma. Mike se mezcló entre la multitud.
La reina abrió el pergamino y empezó a leer lo que sería su
discurso:
-Queridos
seres, mágicos e inmortales. Hoy estamos todos reunidos aquí para
conocer a nuestros actuales elegidos. Sus nombres son Paula-me
incliné-. Ángel, Miriam, Mario, Diana, Tomás, Lucía y
Arthur-aplaudieron-. Desgraciadamente, les toca luchar contra un alma
que no quiso irse al cielo: La bruja Jane Litchelinsen. Por ello,
necesitan nuestra ayuda, la ayuda de magos y brujas, y demás seres
mágicos e inmortales. Hoy se realizará una dura prueba, en las que
los elegidos observarán a los mejores guerreros y guerreras, y al
final de cada prueba, eliminarán a diez guerreros, o guerreras, que
no les hayan parecido lo suficientemente buenos para luchar. Sé que
es difícil, pero es lo que hemos decidido, y lo que se va a hacer.
Junto al jurado, está nuestra actual alma para los nacimientos, Mago
Nicolás X. Si los elegidos tienen alguna duda, Nicolás podrá
ayudarles. Que los espectadores tomen asiento-movió la mano y
aparecieron un montón de sillas-. Y que los participantes se
preparen para la primera prueba. Gracias.
Tras
miles de aplausos, nos sentamos en las diez sillas, la reina en el
centro, que movió la mano e hizo aparecer un especie de circuito,
que se trataba de: Lo primero, una piscina de barro que deberían de
atravesar saltando, después, una red que deberían de escalar, y por
último, una enorme cascada por la que deberían de bajar,
construyendo su propia cuerda y ganchos para bajar por las piedras:
-Que se
preparen los veinte primeros. Elegidos, tendréis que eliminar a
diez. En realidad, esta es la única prueba, sino, sería mucho
trabajo.
-Está
bien-dije-.
-¡Preparados,
listos, ya!-gritó la reina-.
Los
primeros veinte guerreros, empezaron a saltar hacia la piscina de
barro. Uno de los concursantes era un centauro, y lo tenía mucho más
fácil, con sus patas de caballo. Fue el primero en atravesar la
piscina, y entonces se dirigió a la red, que tenía casi imposible
de escalar. Un demonio le alcanzó, que sacó sus alas, y pasó por
encima de la red y de la cascada. Me pregunté si eso estaba
permitido, y como la reina no dijo nada, el demonio llegó a la meta,
victorioso.
Tras
tres horas de eliminaciones y risas, nos quedó nuestro ejército, de
diez mil seres mágicos e inmortales. Mike estaba entre ellos:
-Bien. El
ejército ya está listo. Esas serán las primeras filas, los que han
sido eliminados, irán en las filas de atrás, sustituirán a los que
caigan en la parte de delante. Elegidos, tendréis que venir aquí en
una semana, tendremos entrenamiento. Como es una excepción, para la
guerra os daremos todos los poderes, convirtiéndoos en magos y
brujas oficiales. Como sois los elegidos, si ganáis la guerra,
podréis guardar los poderes. En una semana, aquí a primera hora de
la mañana. Podéis retiraros.
Tras
una reverencia, nos montamos en los caballos alados, acompañados por
Mike, y salimos del castillo. Llegamos hasta la puerta, y salimos del
mundo mágico. El mago Nicolás cerró la puerta y salimos del
almacén del bar. Al subir por las escaleras, el bar seguía vacío.
El mago Nicolás movió la mano y la barra se llenó de comida
deliciosa y apetitosa:
-Creo que
nos merecemos una buena comida-dijo, sonriendo-. Serviros.
Nos
sentamos en las sillas, y empezamos a comer como leones. Teníamos un
hambre de muerte. Disfrutábamos de la comida, entre risas, pero yo
no dejaba de pensar en la guerra, ya próxima. Y pensar que
lucharíamos contra Jane y su ejército a muerte. No quería que
nuestros guerreros se murieran a nuestra causa, protegiéndonos. A
pesar de que nosotros también corríamos el riesgo, no me preocupaba
por mí, me preocupaba por los demás. Siempre había sido así:
-Cielo,
creo que aún no hemos celebrado nuestra comida de nochebuena-me
susurró Ángel sonriendo-.
-Cenaremos
esta noche por ahí-susurré-. Lo pasaremos de puta madre-sonreí-.
-Esa
boquita cariño-rió-.
-Te
quiero.
-Y yo más.
Y le di
un pequeño pico:
-¿Qué
hacemos esta tarde?-preguntó Tomás-.
-Dormir.
Estoy muerto-dijo Mario, bostezando-.
-Cielo, tú
siempre durmiendo.
-¡Oye!
¡Qué hoy hemos hecho mucho trabajo!-replicó-.
-Flojo-dijo
Miriam riendo-.
-¿Sabes
que te quiero?
-Sí, y
mucho-rió Miriam-.
-Vamos por
ahí, de compras-dije, poniendo pucheritos-.
-Está
bieeen-dijo el mago Nicolás-. Vámonos anda-añadió-.
Salimos
del bar, por fin para divertirnos el día de Navidad.
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