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domingo, 11 de agosto de 2013

Capítulo 31: Lo inesperado (la mente mágica)


La llave giraba poco a poco, hasta que no sé que persona empezó a girar el pomo, hasta abrir la puerta. Se empezaron a escuchar pasos que se acercaban al salón de Clara. Lo que no entendíamos era como esa persona, o personas, tenían las llaves. Estabámos en la total oscuridad. Había dos personas. Esas personas encendieron la luz y...
-Dad, mum!-exclamó Clara-. How shocked we have stuck!-añadió-.
Lo que había dicho significaba: “¡Papá, mamá!” “¡Qué susto nos habéis pegado!” :
-Por cierto, ¿os acordáis de Miriam, Diana, Lucía y Paula? Mis amigas de Madrid-empezó a hablar español-.
-¡Claro que sí, hija! ¡Qué sorpresa!-dijo la madre de Clara, Elísabeth-.
-¿Y cómo es que habéis vuelto tan pronto?-preguntó Clara-.
-La reunión se suspendió y cómo era temprano decidimos darte una sorpresa. Lo que no imaginábamos era encontrarte con tus amigas. Sentimos el susto-explicó el padre de Clara, Richard, con acento inglés-.
El padre de Clara era inglés, y la madre española, por eso antes vivían en España. Clara había nacido en Inglaterra, Londres:
-Y bueno, ¿qué hacéis aquí?-nos preguntó Elísabeth-.
-Pues... viaje de navidad del instituto-me inventé-.
-¿Qué?-empezó a hablar Miriam-. No, estamos aquí...
-Para visitar a Clara-le interrumpí pegándole una patada-.
-Me alegro. Nuestra hija tenía muchas ganas de veros. Bueno, son las dos de la madrugada. Lo mejor será que os durmáis otra vez niñas-nos dijo cariñoso Richard-.
-Claro papá. Un beso-le dijo Clara dándole un beso en la mejilla-.
Nos volvimos a meter en los sacos de dormir, un poco más tranquilas. Dios mío el susto que nos habíamos pegado. Si hubiera llegado a ser Jane... o algún zombie. Por fin, tras dar muchas vueltas en la cama, me quedé dormida. La tranquilidad no duró mucho....
Sobre las cinco de la madrgada, en Londres, aún era noche cerrada. Lo que pasó no lo olvidaré jamás. Estábamos plácidamente dormidas hasta que oímos un grito aterrador. Miriam, Diana, Lucía y yo nos despertamos sobresaltadas. Vimos que Clara estaba de rodillas, con el cuerpo de su madre apollado en sus piernas. Elísabeth temblaba desangrándose, y poco a poco, su piel se moría y sus ojos se volvían negros. Poco después estaba muerta, bueno, no. Era un zombie. Clara no se quería alejar de su lado, pero al final entre las cuatro conseguimos que Elísabeth no mordiera a Clara por poco. Nos encerramos en la habitación de los padres de Clara, pensando que allí estaríamos a salvo, pero al girarnos teníamos la cara del padre de Clara a escasos centímetros. Nos enseñaba sus dientes amarillentosy nos echaba en la cara su aliento mortal. Clara gritó y sin pensarlo, cogió el cuerpo de su padre y lo lanzó a una fuerza sobre natural por la ventana, rompiendo el cristal. Llorando y arrepentida, se asomó a la ventana. Su padre estaba vivo. Normal, joder. Si ya estaba muerto. La única manera de matar los zombies de la bruja Jane era clavándoles un cuchillo de plata en la cabeza. Y no teníamos ninguno, además, Clara no quería matar a sus padres. Elísabeth empezaba a arañar la puerta de la habitación con sus garras. Me convertí en demonio e indiqué a Lucía que hiciera lo mismo. Cogí a Clara y a Miriam y Lucía cogió a Diana. Clara lloraba. Ahora sus padres eran zombies y corrían el riesgo de ser matados por magos del bien.
Volamos hasta llegar a la punta del Big Ben. Nos agarramos bien y Clara dijo lo inesperado:
-Ya no vale la pena vivir.
-¡No digas eso!-le repliqué-. Podremos curar a tus padres, ya lo verás.
-No-lloró-. Chicas, os quiero mucho.
-Y nosotras-sonreímos-.
Entonces llegó lo inesperado. Clara nos abrazó y acto seguido se lanzó al vacío. Reaccioné demasiado tarde. Clara cayó al agua. La zona donde había caído se llenó de burbujas, y al rato empezó a salir algo del agua. Dios. ¿Qué demonios era? Parecía una aleta o algo así. La cosa siguió saliendo del agua, hasta que vimos que encima llevaba el cuerpo de Clara. Enseguida cogí a Diana y Lucía a Miriam y bajamos hasta quedar a un centímetro del agua. Clara respiraba. Gracias a esa cosa, fuera lo que fuera. Cogí a Clara y justo cuando iba a empezar a ascender, para posarme en el puente de Londres, delante de la mirada de un montón de personas, la cosa que había salvado a Clara sacó del agua una cabeza. Era enorme. Por fin pude reconocer lo que podría ser, aunque fuera un ser sacado de una leyenda de un lago, llamado Ness.


















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