Free Mustache Pink Glitter Lefty - Pointer 1 Cursors at www.totallyfreecursors.com

Seguidores

domingo, 8 de septiembre de 2013

Mi relato corto para un concurso. ¿Qué os parece?

  Loca de amor

-Basta, Jorge, no quiero que sea así-le dije al chico, haciendo que parase de bajarme los pantalones.
-¿Por qué?-dijo el chico, que se había quedado con las ganas de más-.
-Quiero perder mi virginidad con alguien... especial-expliqué, subiéndome los pantalones y poniéndome la camiseta-.
-¿No soy especial?-replicó el chico-.
-Jorge, esto sólo ha sido un... calentón.
-Pero yo te quiero, Ester.
-Yo... lo siento-fue mi última palabra-.
   Salí del cuarto del chico, el cual estaba que echaba humo por las orejas, y cogiendo mi bolso del suelo, bajé las escaleras de la casa. Echando un último vistazo al lugar donde había estado apunto de perder mi virginidad, giré el pomo de la puerta y salí a la calle, bien firme. Esto no podía ser así. Quería perder mi virginidad con el chico que amaba, con el que me lo había prometido... antes de irse a América, por sus estudios. He tenido que aguantarme durante cuatro años, cuatro, controlándome para no empezar ni hacer nada con ningún chico. Le he sido fiel porque le amo, no por otra cosa. Por él, y sólo por él, tengo veintiún años y aún soy virgen, esperándole. No sabía si el me había sido infiel con otra chica americana, yo sólo sabía que quería que volviera, volver a estar juntos, y perder la virginidad que no perdí antes de que se fuera. Mis amigas piensan que estoy loca al esperarle tanto tiempo, y sí, estoy loca, loca de amor. Él se fue a América para conseguir su sueño de ser director de cine, y lo ha conseguido. Ahora es famoso y tiene a miles de chicas a sus pies, pero no creo que ninguna le quiera tanto como yo. Llevo cuatro años esperándole, paciente, pero ya comienzo a hartarme de tanta espera. Quiero dejar de ser virgen, dejar de ser el hazme reír de entre mis compañeros de clase, dejar de ser la loca de atar que se cree que su famoso director de cine volverá por ella. Quiero dejar de ser todo eso. Me prometió que volvería, sé que lo hará, a pesar de hablarnos apenas desde hace tiempo.
   Entré a mi casa de estudios donde tenía como compañera a Lavinia, italiana de nacionalidad. La chica estaba inmersa en el libro de Ciencias de La Naturaleza, estudiando para el examen final de mañana. Ella me llamaba Estérea, cuando mi nombre era Ester:
-¡Estérea! ¿Dónde has estado? ¡Hay que estudiar para mañana!-exclamó alarmada al verme-.
-He estado... en casa de un amigo.
-Esto me huele a... ¿más que un amigo? ¡Por fin has dejado de obsesionarte con ese Diego Siculotte!
-Es Diego Sicurme, lo primero, y lo segundo, no ha habido nada con ese chico.
-Me da igual como se llame ese chico famoso que tanto quieres. Cuenta ya.
-Ha sido con Jorge... He estado a punto de perder mi virginidad.
-¿Qué?-dijo boquiabierta-. ¡Estérea, ese tío está buenísimo!
-Me da igual. Yo quiero a Diego-dije sollozando-.
-Estérea, estás obsesionada con ese tío. No volverá.
-Sé que sí. Me lo prometió.
-Lo sé, pero han pasado cuatro años Estérea, cuatro.
-¡Me da igual lo que digáis! ¡Sé que volverá!-exclamé con lágrimas en los ojos mientras me levantaba del sofá y salía de casa.
   Todo el mundo me decía lo mismo. ¡Todos! Decidido. Mañana después de los exámenes finales compro billetes de avión para New York, donde estaba Diego. Lavinia vendría conmigo dijera lo que dijera.

                                                              ***


-¿Qué tal te han salido los exámenes?-me preguntó Lavinia, al encontrarnos a la salida de la Universidad de Boston-.
-Regular... no estaba concentrada-bajé la cabeza, sabía que la italiana se enfadaría-.
-¿Cómo? ¡Deja ya de pensar en Diego! ¡Estos años te ha bajado la nota por su culpa!
-¡No es su culpa! ¡Es mía!
   Todo el mundo nos miraba asombrados, ya que estábamos hablando a gritos:
-Vámonos anda-le indiqué a Lavinia, que estaba enfadada por mi desconcentración en los exámenes-.
   Empezamos a andar hacia nuestra casa. Aún no le había dicho nada a Lavinia de que tenía dos billetes para ir a New York. Y sólo de ida, ya que pensaba que me quedaría allí con Diego, para siempre, y que mi amiga se quedaría conmigo. Desde luego, estaba chalada al pensar eso. No era ni seguro que Lavinia viniera conmigo a New York... en dos días. El avión salía en dos días a las cinco de la tarde, ya que en New York serían nueve horas menos, y llegaríamos por la mañana:
-Emm... Lavinia-empecé a hablar-.
-¿Sí?
-¿Te vienes conmigo a New York a buscar a Diego, en dos días? Ya tengo los billetes-fui al grano-.
   Lavinia se puso roja como un tomate del enfado, y empezó a gritar como loca:
-¡¡ESTÁS CHALADA!! ¿¿A NEW YORK A BUSCAR A TU QUERIDO DIRECTOR DE CINE?? ¡¡Y QUIERES QUE VAYA CONTIGO!!
-Sí...
-Cuenta conmigo-dijo riendo Lavinia-. Es fin de curso, podemos faltar a clase, además, siempre he querido ir a New York-sonrió-.
-Tonta, me has asustado cuando te has puesto a gritar.
-Lo he hecho de euforia. Una cosita, a Diego irás a buscarlo tú solita, yo haré turismo.
-Está bien. Anda, vamos a casa-dije, mientras abrazaba a mi amiga, contenta-.

                                                         ***

-¡He aprobado todas!-gritó Lavinia, ya en el coche de camino al aeropuerto-.
-Lo sé, lo has gritado por lo menos una decena de veces-reí-.
-Tú has suspendido dos. Pasas a cursos avanzados por un pelo.
-Dejemos de hablar de estudios. ¡Nos vamos a New York!-grité, contenta-.
   Tras dos horas circulando, llegamos al aeropuerto a las tres menos cuarto. El avión salía a las cinco, íbamos bien.
   Empaquetamos las maletas para el largo viaje y nos dirigimos al control. Después de pasarlo, nos dirigimos a las sillas que había justo al lado de nuestro andén, para esperar a que nos llamaran para entrar en nuestro avión. Por fin, entramos en el avión, y tras despegar, nos tomamos nuestras pastillas para dormir, y éstas hicieron efecto en cinco minutos.

                                                      ***

-Señoritas, hemos llegado-nos dijo la azafata, zarandeándonos suavemente-.
   Dimos las gracias por despertarnos, y nos dirigimos al aeropuerto, a buscar nuestras maletas. Al hacerlo, salimos del aeropuerto, y nos dirigimos a la zona de taxis:
-¿Sabes hablar inglés, Lavinia?-le pregunté a la chica-.
-¡Claro! Por algo estoy en el nivel alto, Estérea.
   Lavinia empezó a gritar hacia un taxista, el cual, asustado por los gritos de mi amiga, vino enseguida. Nos montamos en el coche y mi amiga le indicó al taxista en inglés:
-Al hotel de Diego Sicurme por favor.
-Eso es información privada, a menos que ya sepan que hotel es.
-¿Estérea?-me dijo nerviosa Lavinia-.
-Al hotel Five Stars, por favor.
   El conductor asintió, y a medida que avanzábamos, el contador de dinero subía:
-¿Y cómo demonios vamos a pagar ese hotel?-me susurró Lavinia-.
-Tengo dinero de sobra, lo he cogido de mis ahorros.
-¿Qué? ¡Se supone que ese dinero era para tu carrera!
-Ya no-sonreí-.
   Lavinia suspiró, y se cruzó de brazos. Haciéndole caso omiso, miré por la ventana la ciudad de New York, asombrada por los altos rascacielos. Por fin, tras media hora, llegamos frente al hotel de Diego, donde el conductor aparcó. Le pagué los veinticinco dólares que le debía y entré en el hotel. Reservé las habitaciones con mi amiga, y al girarme, allí estaba, hablando con una mujer rubia y alta:
-¡Es él!-le susurré eufórica a Lavinia-.
-¿Sí? No parece que te haya reconocido.
-No me ha visto tonta, no me desanimes.
   Tras esperar quince minutos a que Diego terminara su conversación, me acerqué a él contenta:
-¡Cielo!-grité, y le abracé con fuerza-.
-¡Ey, aparta!-me gritó, empujándome-. ¡Estoy harta de estas fans!
-¿Qu-qué?-dije, con lágrimas en los ojos-. ¿No me reconoces, Diego?
-¿Qué?
-So-soy Ester-sollocé-.
-¿Ester, qué Ester?-dijo enfadado-.
-La chica que te ha esperado cuatro años, cabrón-saltó Lavinia-.
-¿Qué? Ester, ¿eres tú?-dijo el hombre, sorprendido-.
-¡Sí, soy yo! ¡Y como ha dicho Lavinia te he esperado cuatro años, y no aguantaba más y he venido a verte, pero veo que ni me reconoces!
-Has cambiado...-explicó avergonzado-.
-¡TE MANDO FOTOS MÍAS TODOS LOS DÍAS!-grité, ya sin poder controlar mi enfado-.
-Pero...
-¡SABES QUÉ TE DIGO DE TU PROMESA! ¡QUÉ TE LA METAS POR EL CULO!-seguí gritando, y me dirigí al acensor-.
-Vaya primer encuentro ¿no?-dijo Lavinia riendo, mientras me seguía-.
   Entré en el ascensor con Lavinia detrás, y pulsé todos los números, que eran 18:
-¿Estás loca?-me gritó la italiana-.
-No-contesté sollozando-.
   Tras quedarnos media hora en el ascensor y sólo nos quedaban por subir siete plantas, Lavinia se hartó y salió en la planta 11, dejándome sóla hasta que entró un chico moreno:
-Hola-me saludó sonriendo-.
-Hola-respondí, fijándome en su preciosa sonrisa-.
-Oye, no es por meterme pero... ¿has llorado? Tienes los ojos rojos.
-Sí, pero da igual, son tonterías.
-Si fueran tonterías no hubieras llorado. Por cierto, soy Harry.
-Yo soy Ester-sollocé-.
-Ey, ey, no llores-me dijo, acariciándome la mejilla-. ¿Vamos a mi habitación y me cuentas?
-Es una historia muy larga-contesté, sorbiendo los mocos-.
-Tengo todo el tiempo del mundo. Venga, ven-y sin pedir mi opinión, me cogió de la mano y salimos del ascensor en la siguiente planta-.
   Caminamos por los pasillos hasta llegar frente a la puerta nº 1345. El chico sacó una tarjeta de su bolsillo de los vaqueros y la pasó por la cerradura. La puerta hizo “clik” y se abrió. El chico la empujó y me indicó que pasara, diciendo:
-Las señoritas primero.
   Avergonzada por la confianza de ese chico, entré en la habitación asustada, y me quedé quieta en la entrada:
-Vamos, ¿tienes miedo?
-Para nada-contesté insegura-.
   Seguí caminando despacio, hasta llegar frente a un sofá:
-Vamos, siéntate-me ofreció Harry-
   Me senté en el sofá y empecé a contarle mi historia con el famoso director de cine, cada vez soltándome más. Llegó un momento que hasta me reía de mí misma, por creer que Diego volvería por mí, tan enamorado como yo de él. Cuando terminé mi historia, el chico estaba asombrado:
-Vaya, lo siento.
-No te preocupes, me he dado cuenta de que ese gilipoyas no merece la pena.
-Está bien, y me alegro de que no estés mal. Es tarde, ¿no deberías irte?
-Tienes razón-dije, mientras me levantaba del sofá-.
-¿Me das tu número de teléfono?
-Emm... sí, sí, toma.
   Me dio su teléfono para que se lo apuntara y yo le di el mío. Justo cuando iba a devolverle el teléfono, llamaron a la puerta de la habitación:
-¡Escóndete!-me susurró Harry-.
   Asustada y con el móvil del chico en la mano, me escondí debajo de la cama. Cuando Harry vio que ya estaba escondida, se dispuso a abrir la puerta. Al hacerlo, pude ver que entraba un hombre ataviado de unos zapatos negros de cuero, bastante brillantes. El hombre empezó a caminar y se sentó en la cama. Harry empezó a hablar con él:
-¿Le ocurre algo, señor?
-Sí, pero son tonterías-espera... esa voz... ¡era Diego!-.
   Asombrada, levanté la cabeza y me choqué con la cama, que crujió:
-¿Qué ha sido eso?-dijo Diego-.
-Nada, la cama cruje, señor.
-Bueno, Harry, me voy a mi habitación, descansa.
   Me asomé un poco y pude ver como Diego le daba palmaditas en la espalda a Harry y acto seguido, salía de la habitación. Al ver que ya no había peligro, salí de debajo de la cama:
-¡No me dijiste que trabajabas para Diego!-le grité al chico-.
-Lo sé y lo siento. Pensé que me odiarías por trabajar para él.
-Toma tu teléfono-dije, mientras le ponía en la mano su móvil bruscamente-. Nos vemos.
   Justo cuando me iba a ir de la habitación, Harry me cogió del brazo y me giró. Educado, me dijo:
-Lo siento, ¿vale?
-Vale.
-¿Quieres dormir aquí esta noche?
-No... sería muy incómodo...
-Oh, vamos... ¿tienes miedo de que te haga algo?
-No... em, adiós.
   Soltándome de su mano, salí de aquella habitación y me dirigí a la mía, donde Lavinia dormía profundamente en su cama. Sin hacer ruido, me desvestí y me metí en la mía, pensando en aquel chico: Harry. Puede que trabajara para Diego, pero era encantador.

                                                          ***

-¡Tía, despierta ya!-me gritaba Lavinia en el oído-.
-¡Vale, vale, ya voy!-dije, mientras me desperezaba-.
   Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño. Mirándome en el espejo pensé: vaya maraña de pelo que tengo. Decido darme una ducha, así que comienzo a quitarme la ropa interior y me quedo desnuda:
-¡Tía, voy a desayunar, nos vemos en la cafetería!-me gritó Lavinia desde el pasillo-.
-¡Está bien, ahora iré!-le contesté, metiéndome en la ducha-.
   Encendí el agua, que comenzaba a volverse caliente, y dejé que cayera sobre mi rostro, mezclándose con las lágrimas que empezaban a brotar de mis ojos. ¿Cómo Diego había podido hacerme esto? ¿Cómo no se acuerda de mí? Me hizo una promesa, que yo no me creí.
   Tras quedarme en la ducha unos quince minutos, cerré el grifo y me enrollé en una toalla. Me quité los nudos del pelo, y abrí la puerta del cuarto de baño:
-¿¿Qué haces aquí?-grité, al ver como Diego estaba sentado en mi cama-.
-Yo, he venido a...
-¡NO TE VOY A PERDONAR DIEGO! ¡LÁRGATE!-ni sé cómo has entrado, pensé para mis adentros-.
-¡Espera que me explique!-dijo, cogiéndome de los hombros-.
-¡Vale!-dije, sin saber por qué, tal vez porque quería que estuviéramos juntos-.
-Siéntatey tranquilízate por favor.
-Vale-me senté en la cama, hasta que me di cuenta de que sólo iba ataviada de una toalla-.
   Hice amago de volver a levanatarme para vestirme, pero Diego me lo impidió:
-Ya te he visto desnuda
-Nunca.
-Teníamos diecisiete años Ester, fuiste tú la que quiso parar ese día.
-Éramos muy jóvenes.
-Teníamos la edad perfecta.
-¿Me explicas o qué?
-Sí, te explico. Estoy muy estresado Ester, y no me acordaba de ti porque ha pasado mucho tiempo y...
-¿Y cómo explicas el no haber visto las fotos que te mandaba todos los días?-le interrumpí-.
-Cielo, me he cambiado de número, seguramente me las mandabas al antiguo teléfono.

   Avergonzada, me levanté de la cama y grité:
-¿Y cómo es que no me diste tu nuevo número?
-Ejem, ejem.
-¿Qué pasa?-miré hacia abajo y.... ¡no, joder!-.
   La toalla se me había bajado hasta la cintura, dejando al descubierto mis pechos y mi plano vientre:
-Te han crecido-dijo, sonriendo pícaro-.
-¿En serio?-contesté ilusionada. ¡Céntrate Ester!-.
   Me coloqué bien la toalla y volví a sentarme en la cama:
-Esto no ha pasado-concluí-.
-¿Crees que me voy a poder olvidar? Me has puesto cachondo.
-Vete de aquí-le dije-.
-Vale, pero antes... ¿me perdonas?
-Ya veremos. Lárgate.
-Vamos, Ester, sé que quieres. Llevas esperando cuatro años para esto.
-Perderé mi virginidad con alguien que no sea una mierda como tú.
-Me he explicado, ¿y sigues enfadada conmigo?
-No me diste tu nuevo número. ¡Deja de tocártela guarro!
-No puedo Ester, estoy cachondo.
-¡Vete a hacerte pajas a tu habitación!
-¿Y por qué no...?
  No le dejé terminar. Me quité la toalla de encima y me lancé sobre él, besando aquellos labios que tanto ansiaba, que tanto había esperado. Diego empezó a acariciarme todo el cuerpo, haciendo que gimiera de placer. Así estuvimos hasta quedarnos totalmente desnudos. Entonces, comenzó a penetrar en mí:
-¡Ay!-grité-. ¡Duele!
-Es normal, eres virgen, pero ya verás después.
   Mientras que me salía un poco de sangre, por fin me penetró totalmente. Gemí de placer. Esto era lo mejor del mundo.

                                                              ***


-¿Me perdonas ahora?-me dijo Diego, que me acariciaba la espalda, haciendo que me estremeciera-.
-No sé...
-¡Oh, vamos, no seas así!
-Está bien. Pero no podemos tener una relación, eres muy famoso.
-Podrías ser actriz.
-¿Estás loco? ¡Soy muy tímida!
-Pues... ¿cámara?
   De repente, llamaron a la puerta de la habitación. Asustados, nos tapamos con la manta, hasta que oímos una voz familiar:
-¡Abre tía, se me han olvidado las llaves!-era Lavinia-.
-¡Voy!-grité-. ¡Escóndete!-le susurré a Diego-.
   El chico se metió en el cuarto de baño con su ropa y cerró con seguro. Siempre había sido malo escondiéndose. Mientras, me puse mi bata-pijama y abrí la puerta:
-¡Por fin! ¡Parece que estás sorda!-dijo la italiana, entrando y sentándose en mi cama-. Si que te mueves por las noches-añadió, viendo el relío de sábanas que tenía hecho en la cama-.
-Pues sí-mentí-.
-Oye... ¿esto es sangre?-me preguntó Lavinia, agachándose sobre el colchón-. ¿Te ha bajado la regla?
-No. Lavinia, tengo que hablar contigo, y no grites.

                                                       ***

                                        UNA SEMANA DESPUÉS

-Cielo, Harry me ha llamado para unas pruebas de cámara, volveré más tarde-le dije a Diego, dándole un beso-. Te quiero amor.
-Y yo a ti-me contestó el chico, que firmaba unos papeles-.
   Salí del hotel acompañada por Harry y Lavinia, que iba de compras. Los dos no paraban de cuchichear y reírse:
-¿De qué hablais? Últimamente estáis muy raros.
-¿Se lo decimos?-dijo Harry-.
-Vale-contestó Lavinia-.
-Bien... Ester, Lavinia y yo estamos juntos.
-¿En serio? ¡Enhorabuena!
-Ella va a hacer pruebas para actriz de la nueva película de Diego y tú de cámara de acción.
-Está bien. ¡Oye, en serio, me alegro mucho por vosotros!
   Mientras andábamos hacia el estudio de grabación, sentí náuseas y ganas de vomitar. En cuanto llegué al estudio, eché la pota:
-¿Estás bien Estérea?-me preguntó Lavinia-.
-Sí, o eso creo, tengo náuseas.

                                                    ***********

                                               UN AÑO DESPUÉS

-¡Y aquí están el director de cine Diego Sicurme y su mujer saliendo del hospital de Boston con su hija Mackencie!-gritaba el periodista-. ¡Están acompañados por Harry, el asesor del señor Sicurme, y su prometida, Lavinia, la nueva actriz de “Loca de amor” la película del señor Sicurme! ¡Una foto para el periódico por favor!
   Nos colocamos todos juntos, yo con mi niña recién nacida en brazos, y al recibir el flash en los ojos, desperté de mi sueño.




3 comentarios: