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lunes, 24 de junio de 2013

Capítulo 5: Una alegría y una pena (la mente mágica)


    Subimos por las escaleras y entramos a mi habitación. Miriam empezó a doblar la ropa que yo había sacado rápidamente y yo saqué la ropa que quedaba. Entre las dos, preparamos mi maleta en media hora, y luego, en otra, guardamos mis objetos personales, el portátil, las cosas del instituto...
Al terminar, cogí mis llaves de casa y me fui con Miriam caminando hasta la suya, que estaba a una manzana.
Llamó al timbre y nos abrió su abuela, que me caía muy bien. Le dimos dos besos en las mejillas por turno y subimos a la habitación de Miriam para dejar mis cosas.
Al abrir la maleta y meter cada cosa en su sitio, cogimos el colchón que había preparado la abuela de Miriam para que yo durmiera en él y lo pusimos al lado de la cama de Miriam.
Al terminar todo, le mandé un WhatsApp a Diana para explicarle lo sucedido y ella me dijo que esa tarde tenía planeado ir a casa de Miriam, así que llegaría en quince minutos más o menos.
Se lo dije a Miriam y las dos bajamos a la cocina para merendar algo. Con tanto alboroto no nos había dado tiempo.
Mientras Miriam y yo nos comíamos nuestras tostadas y nos bebíamos nuestro colacao, me puse a pensar en todo lo que había pasado esa tarde. Había sido muy extraño que hubiera comido tranquilamente en mi casa y ahora estuviera viviendo con mi amiga Miriam. La idea de vivir con una amiga era estupenda, pero, por otro lado, echaba de menos a mis padres y a mi hermano, y como el mago Nicolás no me había querido decir lo que ocurría, pues tenía un lío y una preocupación enorme en la cabeza.
No quería expresarle lo que pensaba a Miriam y pegarle mis líos, ya había tenido suficiente con tener que quedarme a vivir con ella. Lo que había pasado, era demasiado para mí.
Cuando Miriam y yo estábamos ayudando a su abuela a recoger la cocina, llamaron al timbre. Supusimos que era Diana, pero fuimos a abrir la puerta y era Ángel:
-Hola, chicas.
-Hola, Ángel-contestamos Miriam y yo al unísono-.¿Qué haces aquí?-pregunté-.
-Es que me han dicho que te habías venido a vivir aquí por... por asuntos familiares.
-¿Quién te lo ha dicho?-pregunté sorprendida-.
-Nada, una persona que conozco que te vió salir a ti y a Miriam con las maletas hasta su casa.
-Ahh-dije-.
-Por cierto, he visto a tu madre entrar en tu casa, ¿sabe qué te has venido?
-Ehh, si, si. No te preocupes.
-De acuerdo, nos vemos mañana, chao chicas.
-Chao-contestamos a la vez-.
Ángel se giró y se fue y yo cerré la puerta rápidamente:
-¿Qué pasa, tía?-me preguntó Miriam al verme tan nerviosa-.
-Es que Ángel ha dicho que mi madre ha entrado en casa, pero, la que ha debido de entrar ha tenido que ser mi falsa madre, la que casi me mata de dolor antes.
-Es verdad. Pero, también estás nerviosa porque Ángel se preocupa por ti... ¡ja, ja, ja!
-¡Para ya! Está con Rosa...-dije apenada-.
-Vamos, Paula. Esta mañana nos guiñó un ojo en el autobús que iba dirigido a ti y además nos dijo que quería romper con Rosa.
-Ya, pero eso no significa nada, Miriam.
Nos interrumpieron unos suaves golpes en la puerta. Miriam abrió y vimos que era Diana:
-Hola, chicas.
-Hola, Diana-contestamos nosotras al unísono-.Vamos, pasa-dijo Miriam-.
Diana entró y yo cerré la puerta. Al girarme, vi a Miriam y a Diana cuchicheándose y riéndose por lo bajinis:
-Chicas, si estáis hablando de Ángel, vale, yo estoy por él, pero él, aunque yo fuera la única chica del planeta, no estaría por mí.
-No digas tonterías Paula-dijo Diana mientras me abrazaba-.Tú eres muy guapa.
-Si, claro-contesté irónica-.
Dejé a Miriam y a Diana a solas y fui a mirarme en el espejo de cuerpo entero de la puerta del cuarto de baño. Yo tenía el pelo castaño, liso y trasquilado hasta la mitad de la espalda, tenía la piel morena, unos ojos marrones oscuros y medía más o menos un metro setenta, además, tenía un bonito cuerpo. Ese día iba vestida con mis vaqueros rotos y mi blusa azul favorita, que me había puesto esa mañana. Dejé de mirarme en el espejo y fui con Miriam y Diana, que habían cogido la pizarra de rotulador de Miriam y estaban trazando un plan:
-¿Pero qué hacéis?-pregunté-
-Pues trazando un plan para encontrar a tus padres y a tu hermano-dijo Miriam-.
-¿Qué?
-¿Qué creías que te íbamos a dejar sola con todo?-me preguntó Diana-.
-No, no-dije-.
De repente sonó un pitido que venía del bolsillo trasero de mis vaqueros.
Cogí el móvil y me metí en el WhatsApp. Había recibido un mensaje de Ángel que ponía:
Paula, estoy fuera, en la parte de atrás de la casa de Miriam. Sal, quiero hablar contigo, a solas.”
Me puse muy nerviosa, había dicho “a solas”. Volví a leer el mensaje y le contesté:
Ok, voy”
Le dije a Miriam y a Diana que necesitaba tomar el aire y salí por la puerta trasera de la casa. Allí estaba Ángel, esperándome apoyado contra el muro de la casa, tan guapo como siempre.
Me dirigí hacia él y le dije
-Di-dime Ángel, ¿qué quieres?
-¿Recuerdas qué te dije esta mañana que quería romper con Rosa?
-Si-le contesté-.¿Por qué?
-Ya lo he hecho-me dijo mientras yo pensaba ¡¡toma!! en mi mente-. Lo he hecho porque me gusta otra chica.
-Ahh, pues espero que tengas suerte con ella, me voy...
-¡Espera!-dijo mientras me cogía del brazo tirando de mí-.
-¿Qué?-dije sonrojándome-.
-Es que... esa chica eres... eres tú-dijo mientras se inclinaba sobre mí-.
Sin que me diera tiempo a responder, Ángel juntó sus labios con los míos. ¡No me lo puedo creer! ¡Ángel me ha besado! Así que reaccioné y le devolví el beso. Abrí los ojos. Vi que Ángel los tenía cerrados y también pude ver que Miriam y Diana miraban por la ventana boquiabiertas. Olvidándome de ellas, cerré los ojos y aproveché ese momento tan valioso para mí.
Al cabo de cinco minutos, nos separamos. Nos miramos y nos sonreímos. Él con su sonrisa perfecta de dientes blancos y yo con mi tímida sonrisa, aunque también de dientes blancos. Ángel me cogió de la mano, tiró de mí y me abrazó mientras me decía al oído:
-Ahora soy feliz.
-Y yo-dije sonriendo en su hombro-.
Ángel y yo entramos en casa de Miriam de la mano. No servía de nada fingir, ya que las chicas nos habían visto por la ventana. Le dije a Ángel que me dejara un minuto para hablar a solas con Miriam y con Diana:
-¡¡Tía, Ángel y tú os habéis besado!!-gritó Miriam-.
-¡Miriam, no grites! No quiero que se entere tu abuela.
-Vale, vale, es que es sorprendente-dijo Miriam riéndose entre dientes-.¿Y tú que dices Diana?
-¡Es genial, estupendo! Ahora si que formamos un trío. Yo tengo a Tomás , Miriam a Mario y tú a Ángel. ¡Es estupendo!
Cuando Diana terminó de hablar, se escuchó el timbre por tercera vez esa tarde. Ángel, que estaba en el umbral, abrió la puerta y vimos que eran Tomás y Mario:
-¡Hola, hola! Venimos a ayudaros-dijo un animado Mario-. ¡Los supernenes al poder!
-Ja, ja, ja, Mario-dijo Tomás mirándolo sin gracia-.Chicas, nosotros tenemos energía positiva y, por lo tanto, tenemos poderes. Yo tengo el poder de dominar los elementos, como el agua, la tierra, el aire... Y Mario tiene el poder de producir un escudo para protegerse a él o a más personas de los poderes de las otras personas.
-¡Qué guay!-dije-.Por cierto Ángel, ¿tú que poder tienes?-dije mientras me arrepentía, ya que era posible que Ángel tuviera energía negativa-.
-Yo tengo el poder de poseer personas con mi alma.
-Esperad, ¿todos me vais a ayudar a encontrar a mi familia?-pregunté-.
-No, también a la de Miriam, a la de Diana, a la de Mario, a la de Tomás y a la mía-dijo Ángel-.







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