Subimos por las escaleras y
entramos a mi habitación. Miriam empezó a doblar la ropa que yo
había sacado rápidamente y yo saqué la ropa que quedaba. Entre las
dos, preparamos mi maleta en media hora, y luego, en otra, guardamos
mis objetos personales, el portátil, las cosas del instituto...
Al terminar, cogí mis llaves de
casa y me fui con Miriam caminando hasta la suya, que estaba a una
manzana.
Llamó al timbre y nos abrió su
abuela, que me caía muy bien. Le dimos dos besos en las mejillas por
turno y subimos a la habitación de Miriam para dejar mis cosas.
Al abrir la maleta y meter cada
cosa en su sitio, cogimos el colchón que había preparado la abuela
de Miriam para que yo durmiera en él y lo pusimos al lado de la cama
de Miriam.
Al terminar todo, le mandé un
WhatsApp a Diana para explicarle lo sucedido y ella me dijo que esa
tarde tenía planeado ir a casa de Miriam, así que llegaría en
quince minutos más o menos.
Se lo dije a Miriam y las dos
bajamos a la cocina para merendar algo. Con tanto alboroto no nos
había dado tiempo.
Mientras Miriam y yo nos comíamos
nuestras tostadas y nos bebíamos nuestro colacao, me puse a pensar
en todo lo que había pasado esa tarde. Había sido muy extraño que
hubiera comido tranquilamente en mi casa y ahora estuviera viviendo
con mi amiga Miriam. La idea de vivir con una amiga era estupenda,
pero, por otro lado, echaba de menos a mis padres y a mi hermano, y
como el mago Nicolás no me había querido decir lo que ocurría,
pues tenía un lío y una preocupación enorme en la cabeza.
No quería expresarle lo que
pensaba a Miriam y pegarle mis líos, ya había tenido suficiente con
tener que quedarme a vivir con ella. Lo que había pasado, era
demasiado para mí.
Cuando Miriam y yo estábamos
ayudando a su abuela a recoger la cocina, llamaron al timbre.
Supusimos que era Diana, pero fuimos a abrir la puerta y era Ángel:
-Hola, chicas.
-Hola, Ángel-contestamos Miriam y
yo al unísono-.¿Qué haces aquí?-pregunté-.
-Es que me han dicho que te habías
venido a vivir aquí por... por asuntos familiares.
-¿Quién te lo ha dicho?-pregunté
sorprendida-.
-Nada, una persona que conozco que
te vió salir a ti y a Miriam con las maletas hasta su casa.
-Ahh-dije-.
-Por cierto, he visto a tu madre
entrar en tu casa, ¿sabe qué te has venido?
-Ehh, si, si. No te preocupes.
-De acuerdo, nos vemos mañana,
chao chicas.
-Chao-contestamos a la vez-.
Ángel se giró y se fue y yo
cerré la puerta rápidamente:
-¿Qué pasa, tía?-me preguntó
Miriam al verme tan nerviosa-.
-Es que Ángel ha dicho que mi
madre ha entrado en casa, pero, la que ha debido de entrar ha tenido
que ser mi falsa madre, la que casi me mata de dolor antes.
-Es verdad. Pero, también estás
nerviosa porque Ángel se preocupa por ti... ¡ja, ja, ja!
-¡Para ya! Está con Rosa...-dije
apenada-.
-Vamos, Paula. Esta mañana nos
guiñó un ojo en el autobús que iba dirigido a ti y además nos
dijo que quería romper con Rosa.
-Ya, pero eso no significa nada,
Miriam.
Nos interrumpieron unos suaves
golpes en la puerta. Miriam abrió y vimos que era Diana:
-Hola, chicas.
-Hola, Diana-contestamos nosotras
al unísono-.Vamos, pasa-dijo Miriam-.
Diana entró y yo cerré la
puerta. Al girarme, vi a Miriam y a Diana cuchicheándose y riéndose
por lo bajinis:
-Chicas, si estáis hablando de
Ángel, vale, yo estoy por él, pero él, aunque yo fuera la única
chica del planeta, no estaría por mí.
-No digas tonterías Paula-dijo
Diana mientras me abrazaba-.Tú eres muy guapa.
-Si, claro-contesté irónica-.
Dejé a Miriam y a Diana a solas
y fui a mirarme en el espejo de cuerpo entero de la puerta del cuarto
de baño. Yo tenía el pelo castaño, liso y trasquilado hasta la
mitad de la espalda, tenía la piel morena, unos ojos marrones
oscuros y medía más o menos un metro setenta, además, tenía un
bonito cuerpo. Ese día iba vestida con mis vaqueros rotos y mi blusa
azul favorita, que me había puesto esa mañana. Dejé de mirarme en
el espejo y fui con Miriam y Diana, que habían cogido la pizarra de
rotulador de Miriam y estaban trazando un plan:
-¿Pero qué hacéis?-pregunté-
-Pues trazando un plan para
encontrar a tus padres y a tu hermano-dijo Miriam-.
-¿Qué?
-¿Qué creías que te íbamos a
dejar sola con todo?-me preguntó Diana-.
-No, no-dije-.
De repente sonó un pitido que
venía del bolsillo trasero de mis vaqueros.
Cogí el móvil y me metí en el
WhatsApp. Había recibido un mensaje de Ángel que ponía:
“Paula, estoy fuera, en la parte
de atrás de la casa de Miriam. Sal, quiero hablar contigo, a solas.”
Me puse muy nerviosa, había dicho
“a solas”. Volví a leer el mensaje y le contesté:
“Ok, voy”
Le dije a Miriam y a Diana que
necesitaba tomar el aire y salí por la puerta trasera de la casa.
Allí estaba Ángel, esperándome apoyado contra el muro de la casa,
tan guapo como siempre.
Me dirigí hacia él y le dije
Me dirigí hacia él y le dije
-Di-dime Ángel, ¿qué quieres?
-¿Recuerdas qué te dije esta
mañana que quería romper con Rosa?
-Si-le contesté-.¿Por qué?
-Ya lo he hecho-me dijo mientras
yo pensaba ¡¡toma!! en mi mente-. Lo he hecho porque me gusta otra
chica.
-Ahh, pues espero que tengas
suerte con ella, me voy...
-¡Espera!-dijo mientras me cogía
del brazo tirando de mí-.
-¿Qué?-dije sonrojándome-.
-Es que... esa chica eres... eres
tú-dijo mientras se inclinaba sobre mí-.
Sin que me diera tiempo a
responder, Ángel juntó sus labios con los míos. ¡No me lo puedo
creer! ¡Ángel me ha besado! Así que reaccioné y le devolví el
beso. Abrí los ojos. Vi que Ángel los tenía cerrados y también
pude ver que Miriam y Diana miraban por la ventana boquiabiertas.
Olvidándome de ellas, cerré los ojos y aproveché ese momento tan
valioso para mí.
Al cabo de cinco minutos, nos
separamos. Nos miramos y nos sonreímos. Él con su sonrisa perfecta
de dientes blancos y yo con mi tímida sonrisa, aunque también de
dientes blancos. Ángel me cogió de la mano, tiró de mí y me
abrazó mientras me decía al oído:
-Ahora soy feliz.
-Y yo-dije sonriendo en su
hombro-.
Ángel y yo entramos en casa de
Miriam de la mano. No servía de nada fingir, ya que las chicas nos
habían visto por la ventana. Le dije a Ángel que me dejara un
minuto para hablar a solas con Miriam y con Diana:
-¡¡Tía, Ángel y tú os habéis
besado!!-gritó Miriam-.
-¡Miriam, no grites! No quiero
que se entere tu abuela.
-Vale, vale, es que es
sorprendente-dijo Miriam riéndose entre dientes-.¿Y tú que dices
Diana?
-¡Es genial, estupendo! Ahora si
que formamos un trío. Yo tengo a Tomás , Miriam a Mario y tú a
Ángel. ¡Es estupendo!
Cuando Diana terminó de hablar,
se escuchó el timbre por tercera vez esa tarde. Ángel, que estaba
en el umbral, abrió la puerta y vimos que eran Tomás y Mario:
-¡Hola, hola! Venimos a
ayudaros-dijo un animado Mario-. ¡Los supernenes al poder!
-Ja, ja, ja, Mario-dijo Tomás
mirándolo sin gracia-.Chicas, nosotros tenemos energía positiva y,
por lo tanto, tenemos poderes. Yo tengo el poder de dominar los
elementos, como el agua, la tierra, el aire... Y Mario tiene el poder
de producir un escudo para protegerse a él o a más personas de los
poderes de las otras personas.
-¡Qué guay!-dije-.Por cierto
Ángel, ¿tú que poder tienes?-dije mientras me arrepentía, ya que
era posible que Ángel tuviera energía negativa-.
-Yo tengo el poder de poseer
personas con mi alma.
-Esperad, ¿todos me vais a ayudar
a encontrar a mi familia?-pregunté-.
-No, también a la de Miriam, a la
de Diana, a la de Mario, a la de Tomás y a la mía-dijo Ángel-.
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