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viernes, 6 de diciembre de 2013

Capítulo 37: Feérica (La mente mágica)


Dos dragones habían empezado a pelearse, moviendo sus colas peligrosamente cerca de mis amigos. Lo único que falta es que empiecen a escupir fuego:
-¡Tomás, Mario y Miriam! ¡No os mováis!-gritó el mago Nicolás, volviéndose invisible-.
Vi cómo mis amigos se quedaban lo más quieto posible, mientras se veía como alguien cogía las riendas de uno de los dragones y hacía que se fuera hacia el bosque, dejando al otro paralizado. Ese alguien era el mago Nicolás. Poco después volvió, sacudiéndose la túnica y farfullando lo mal adiestrados que estaban los dragones:
-Paula, Ángel y Arthur, convertiros en demonios e ir a buscar a Lucía. Su Majestad, tenemos que hablar-dijo el mago Nicolás-.
La reina y el mago se fueron hacia el castillo, y obedeciendo la orden que nos habían dado, mis amigos y yo nos convertimos en demonios y elevándonos en el aire, empezamos a buscar a Lucía, sin darnos cuenta de que dejábamos a Miriam, Tomás y Mario solos.
Volamos sin parar, buscando a la chica, que había desaparecido sin más en el cielo. De repente, nuestras alas comenzaron a ralentizarse, y poco a poco, nuestros cuerpos también. Al cabo de unos segundos, estábamos cayendo hacia el suelo a una velocidad vertiginosa. Sin gritar, por supuesto, atravesamos una especie de pared transparente, y tras lo que pareció una eternidad, dejamos de caer para posarnos en un verde suelo lleno de flores. Nos pusimos de pie, sin saber dónde estábamos ni qué hacer:
-¡Lucía!-siguió gritando Arthur tras unos minutos-.
-¡Lucía!-le seguimos los demás-.
Empezamos a caminar por la que parecía una especie de colina, llena de flores, que subía cada vez más. Cuando ya casi habíamos llegado arriba del todo, nuestras alas desaparecieron, volviendo a nuestra forma humana. Pensando que eso era normal, seguimos caminando, cada vez llamando menos a Lucía. Llegamos a la parte más alta de la colina y vimos que el panorama que se veía desde allí era horrible. Miles de personas pequeñitas con alas eran atacadas por miles de zombies enormes, que se las comían sin piedad alguna. Una especie de tanque situado en otra colina que estaba enfrente nuestra, más o menos a un kilómetro, lanzaba bombas tóxicas a una especie de aldea que había debajo nuestra. Al cabo de unos minutos, empezamos a toser sin parar, empezando a intoxicarnos con el gas que soltaban las bombas. Antes de caer al suelo, pude ver como un grupo de zombies cargaba con un cuerpo humano.

                                                          ***

Abrí los ojos poco a poco, sintiendo como una luz cegadora cubría todo mi cuerpo. Intenté mover dedos de pies y manos, pero no podía. Era como si mi cerebro hubiera perdido el control de mi cuerpo. Al abrir los ojos y recuperar la visibilidad, distinguí una personita que volaba sobre mi cabeza. Definitivamente, estoy muerta, pensé, siento tan pesimista como siempre. Entonces, sentí como me caía una especie de agua fría por todo el cuerpo, y sin mojarme, recuperaba la movilidad de brazos y piernas. El hada que aún volaba sobre mi cabeza estaba soltando una especie de polvo sobre mí.
Ahora que me había acostumbrado a la luz de la habitación, pude ver que el hada tenía el pelo violeta, recogido en un pequeño moño dejando suelto un flequillo. Al girarse hacia mí, vi sus ojos, también violetas e intimidantes, a pesar de pertenecer a una persona tan pequeñita. Al mirarme, se le dibujó una gran sonrisa en su cara, con mejillas sonrosadas, y comenzó a volar de nuevo hasta mi cabeza, dejando soltar más polvo mágico conforme volaba. Su vestimenta era sencilla, pero elegante: Un vestidito también violeta que le llegaba por encima de las rodillas, ataviado con miles de diamantes de diferentes colores, que brillaban y me cegaban conforme el hada se movía bajo la luz. Al llegar sobre mi cabeza, se posó en mi nariz para que pudiera verla bien, y comenzó a hablar:
-Buenos días, señorita Paula. Soy Violeta, su hada madrina.
Ah, claro, ahora entiendo por qué casi todo lo que lleva es de color violeta:
-Hola-contesté, tímida-. ¿Dónde estoy?-añadí-.
-Está en el Departamento Sanitario de Feérica. Es lo único que no han descubierto ni destruido los zombies de Jane-me contestó, bajando la cabeza-.
-¿Estoy en Feérica?-fue lo único que logré decir al percibir la tristeza que emanaba el hada-.
-Exactamente, y, como dije antes, soy su hada madrina-dijo, alzando la cabeza de nuevo, intentando ocultar su pena delante de mí-.
-¿Y... y eso qué significa?
-Cada humano con poderes tiene un hada madrina que se les aparece en la vida cuando entran en el mundo mágico por tercera vez. No me preguntéis por qué es así, porque no lo sé. Normalmente, nos deberíamos de haber conocido en vuestro entrenamiento para la guerra, pero, dadas las circunstancias, nos hemos conocido aquí. Los Elegidos tienen las hadas más poderosas, es decir, las de primavera, verano, otoño e invierno. Yo soy un hada de la primavera-me explicó-.
-Bueno, pues me alegro de conocerte-solté una pequeña risita-. Soy Paula.
-Ya lo sabía-rió-.
-Y bueno... ¿qué ha pasado?
-Verá. Cuando su amiga Elegida Lucía volaba sobre Butterfly, el dragón hembra que la eligió, un zombie agarró al pobre dragón con una cuerda por el cuello, y, sin que os diérais cuenta, por culpa de la pelea de dragones que se creó, ya que los animales detectaron el olor a zombies, la arrastró hasta Feérica con su amiga. Entonces vinisteis ustedes a buscarla. Empezasteis a caer porque los zombies y las hadas juntas, desprenden una energía que paraliza a las personas que pasan sobre ellos. Caísteis en la Gran Llanura de Feérica y luego vinisteis hacia mi aldea: Spring Village. Los zombies, para entonces, habían empezado a lanzar esas bombas con aire tóxico sobre mi aldea. No eran mortales, por supuesto, ya que Jane quería a todas las hadas de primavera como súbditos. El aire os llegó, os convirtió en humanos e hizo que os desmayárais. Yo y un grupo más de hadas del Consejo Feérico, conseguimos traeros hasta aquí a tiempo para sacaros el aire tóxico del cuerpo. Si no lo hubiésemos conseguido, ahora seríais sirvientes de la bruja Jane. Arthur, Ángel y usted estáis a salvo. Tenemos a Lucía, el mago Nicolás se la arrebató a los zombies con la ayuda de Butterfly. Desgraciadamente, el aire tóxico llegó a Lucía y ya es demasiado tarde para sacárselo del cuerpo.
-¡NO!-le interrumpí, sentándome en la camilla de un salto, lo que hace que el hada pegue un pequeño grito-.
Justo cuando voy a quitarme las correas que me atan las piernas por seguridad, el hada me echa polvo sobre la cabeza y hace que me tranquilice:
-¡Tranquila señorita Paula! ¡Hay un remedio!
-Desembucha antes de que vaya a matar a Jane-contesté furiosa-.
-Hay una flor en la montaña más alta de Féerica. Es amarilla, con el centro rojo, y preparando una infusión con ella, podemos salvar a los sirvientes de Jane que tomaron el aire tóxico.
-Bien, pues vamos a buscarla, ¿dónde está esa montaña?-pregunté, ya más tranquila-.
-Es que hay un pequeño problema, señorita Paula....-empezó a hablar Violeta-. La montaña donde se encuentra la flor está custodiada por centenares de zombies y sirvientes de la bruja Jane. La malvada bruja también sabe lo de la flor, y por eso está vigilando que nadie vaya a por ella.
-Pues habrá que matar a toda la gente que está custodiando la montaña. Voy a salvar a mi amiga Violeta, y nada ni nadie va a impedírmelo.
-Bueno, entre Miriam, Diana, Tomás, Mario, Ángel, Arthur y usted acompañados por un grupo de guerreros elfos...
-Está bien. Dile a los guerreros que se reúnan todos en la sala de reunión.
-No hay sala de reunión, hay salón de conferencias-me aclaró el hada-.
-Pues diles que se reúnan allí. Hay que preparse para coger esa flor. Puede ser la solución a todos nuestros problemas.
-Una última cosa señorita Paula-empezó a hablar el hada mientras me seguía volando a través de un pasillo de paredes blancas, demasiado bajito para mí-. En la montaña, en el lado oeste, hay una llanura, la única que no está afectada por el aire tóxico. Están llenas de la flor que buscáis. Coged todas las que podáis.
-Muchísimas gracias Violeta. Llámame simplemente Paula y tutéame. Nos vemos en el salón de conferencias-sonreí-.
-Está bien, señ... Paula. Nos vemos ahora-y se fue volando hacia una puerta que indicaba en un cartel de oro: Salida.





























2 comentarios:

  1. Necesito mas capis me encantan tus novelas, espero que lo subas pronto por que me encantan y no puedo esperar a leerles bueno besitos de laura ツ

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    Respuestas
    1. Muchas gracias lauriii!! Tú si que eres una lectora fiel. 1 gran besooo!!! :)

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