Entramos en clase y la profesora
María nos enseñó el verbo “nager” en irregular. Luego nos dijo
que para el día siguiente teníamos que traerlo copiado en el
cuaderno y traducirlo al español sin usar el ordenador.
Al sonar el timbre, acompañé a
Miriam a su taquilla porque tenía que coger su cuaderno de lengua
pero al llegar... ¡estaba destrozada, y la mía también!
Miriam y yo llamamos a Diana
para que lo viera y las tres nos asustamos. Las taquillas eran de
hierro, y sólo alguien con superfuerza podía destrozarla:
-Chicas, se me ocurre que ha
podido ser alguien con el poder de la superfuerza, ¿no creéis?-les
dije-.
-Puede ser-dijo Diana- Aunque
solamente hayan podido ser dos personas que se quieren vengar de
vosotras: Rosa o Lucía.
-Vale, Lucía es imposible porque
me dijo el mago Nicolás que tenía energía negativa y que si
conseguía la positiva, le daría el poder de escuchar a mucha
distancia.
-Sí, tienes razón-intervino
Miriam-. Como está noche le vas a preguntar a Nicolás que qué
energía tiene Rosa, si la tiene positiva, de paso pregúntale que
poder tiene.
-Eso- aprobó Diana-.
-Tenéis razón, se lo preguntaré,
pero primero vayamos a ver al director, no es justo que tengamos las
taquillas destrozadas, les pediremos unas nuevas taquillas.
-Esperad-dijo Miriam-.
-¿Qué ocurre?-preguntamos Diana
y yo al unísono-.
-Fijaos, aquí hay un pelo, me lo
llevaré y como luego tenemos Ciencias, lo miraré con el microscopio
y lo guardaré para analizar que ADN tiene en mi casa.
-Muy buena vista,
Miriam-dije-.Ahora, vámonos.
Miré mi reloj, quedaban dos
minutos para que tocara el timbre, si llegábamos a tiempo al
despacho del director, podríamos quedarnos allí incluso después de
que tocara el timbre. Así que hice un gesto a las chicas para que me
siguieran camino del despacho del director.
Comenzamos a caminar y por el
camino nos encontramos con... Rosa, por supuesto. A sus costados iban
Lucía y Celestia (sus perritos falderos). Lucía nos miró con una
mirada asesina, de una en una. Celestia nos sacó la lengua, típico
de un perro, pensé, y Rosa simplemente nos dijo:
-Vaya, vaya, vaya. Veo que a Miss
fea y a Miss sabelotodo se les han estropeado las taquillas. ¡Mala
suerte!
-Rosa, ¿es qué aún no has ido
al salón de belleza?-le dije-.
-No me engañas sabelotodo, me he
mirado en mi espejo y no tengo un bigote, ¿verdad Lucía?
-Si, Rosa-le contestó ella-.
-Bueno, nosotras nos vamos. Diana,
Miriam, vámonos, aquí huele mal.
-Sí, huele fatal-dijeron Miriam y
Diana al unísono-.
Antes de irnos, Rosa me cogió del
brazo y me obligó a girarme:
-¿Qué quieres Rosa?
-No uses más tus poderes.
-¿Qué poderes?-dije fingiendo
estar sorprendida-.
-Ah, ¿no tienes poderes?
-Nooo-dije fingiendo aún-.
-Bueno, pues entonces, adiós Miss
sabelotodo.
-Adiós, bigotes.
Las tres, esta vez corriendo,
nos dirigimos al despacho del director. Al llegar, llamamos a la
puerta, exhaustas. El director nos abrió y nos preguntó:
-¿De dónde venís? Os veo
exhaustas.
-Queremos decirle algo señor
director-justo al terminar de decir la frase sonó el timbre-.
-Anda, el timbre. Bueno, pasad
chicas, luego os dejaré una nota.
Las tres entramos en la estancia
rápidamente, seguidas por el director:
-Bueno, ¿qué queréis?
-Verá-empezó a hablar
Miriam-.Alguien nos ha destrozado las taquillas a mí y a Paula.
-¿En serio? Bueno, iros a clase.
Os daré unas taquillas nuevas. Os dejaré las llaves a última hora
en la planta de la entrada de mi despacho.
-De acuerdo, señor director.
Adiós-me despedí-.
Miriam, Diana y yo cogimos la
nota que nos tendía el director y salimos del despacho. Por el
camino, les conté lo que me había dicho Rosa sobre que no usara más
mis poderes y las tres intuímos que si sabía lo de los poderes
tendría energía positiva. Aún así, aquella noche llamaría al
mago Nicolás para preguntárselo.
Al llegar a la siguiente clase,
que era de lengua, le entregamos al profesor la nota del director y
nos sentamos en nuestras respectivas sillas. Ese día estábamos
dando los morfemas y los lexemas, súper aburrido. Nos mandó 16
actividades, pero a mí me daba igual, ya que las haría con mi poder
de la mente.
Cuando sonó el timbre, Miriam,
Diana y yo nos pusimos a hablar enseguida, pero Lucía se nos acercó
y nos dijo:
-Deberíais andar con cuidado,
Rosa es muy lista.
-Si, claro-le contestamos las tres
con ironía-.
Lucía se fue, diciendo unas
cuantas palabrotas mientras se giraba.
Pasó la mañana y luego el último
timbre. Miriam y yo nos despedimos de Diana y fuimos a la entrada del
despacho del director para recoger las llaves de nuestras nuevas
taquillas. Después, nos dirigimos a la salida del instituto, para
luego coger el autobús. Nos sentamos juntas, y comenzamos a hablar
de que seguramente habría sido Rosa lo de las taquillas.
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