Al día siguiente, me desperté
sobresaltada porque mi hermano estaba gritando en mi oído:
-¡A despertarse!¡A
despertarse!¡Jajaja!
Harta, le pegué en la cabeza y
se fue partiéndose de risa. Me acordaba de que ayer el alma de un
mago llamado Nicolás Flamel X había poseído a mi hermano y me
había dicho que tenía el poder de mover los objetos o personas con
la mente y que yo tenía energía positiva. Para ver si era verdad
miré hacia mi escritorio y me concentré en él con todas mis
fuerzas y cerré los ojos. Al abrirlos, vi que mi escritorio se había
elevado un metro. Sin querer, por la sorpresa, dejé de concentrarme
en él. Ésta cayó, formando un gran estruendo. Mi madre apareció
por la puerta diciendo:
-¡Pero qué has hecho Paula!
-Lo siento mamá, es que no creía
que tuviera un poder.
-Bueno, entonces vale. Prepárate
o llegarás tarde.
Cuando mi madre se fue, se me
ocurrió la idea de que en vez de levantarme, podía traer la ropa a
mí con mi poder, así que me concentré en la ropa que quería, y a
mí llegaron mi blusa azul favorita y mis vaqueros rotos. Me vestí
rápidamente y fui al cuarto de baño para peinarme y lavarme la
cara. Por último, cogí mi maleta y bajé las escaleras para
desayunar. Tardé diez minutos en terminarme mi tostada y mi colacao
para luego cepillarme los dientes y por última vez, el pelo. Me puse
mi chaqueta vaquera y me despedí de mis padres y mi hermano y luego
me fui corriendo al autobús, que me estaba esperando. Al entrar me
senté con Miriam, que me esperaba impaciente:
-¡Hola, Paula! ¿No tendrás algo
importante que contarme?
-Pues sí -le contesté-. Verás,
ayer un...
-¡Anda, pero si son Miss fea y
Miss sabelotodo!
Miriam y yo nos giramos para
saber quién era el que nos había insultado, aunque ya lo supiéramos
con certeza: Eran Rosa (diminutivo de Rosalinda, nombre de pija, la
más chula y guay del colegio, aunque era tonta), acompañada por su
compinche, Celestia (no es ningún diminutivo, aunque ella prefiere
que la llamen Celeste, nadie le hace caso); que la seguía a todas
partes como un perrito faldero. Rosa o Rosalinda, como preferáis
llamarla, siempre se burlaba de mí y de mis amigas y además
utilizaba a los chicos inteligentes para que le hicieran los
trabajos. Ella era repetidora y tenía casi 16 años... ¡así que ya
tendría los poderes! Bueno, el poder:
-Verás, Rosa, estábamos hablando
de que te ha crecido el bigote -dije riéndome entre dientes-.
-¡¡¡¡¡QUÉÉÉÉÉ!!!!!¡CELESTE
(era la única que llamaba a Celestia Celeste; yo le llamaré
Celestia, jijiji), TRÁEME MI MÓVIL Y LLAMA PARA PEDIR CITA EN EL
SALÓN DE BELLEZA!!¡Y AHORA, ROSALINDA SE VA! (no le gustaba que la
llamaran Rosa, por eso yo y mis amigas la llamábamos Rosa)-dijo
mientras tocaba los palillos formando un cuadrado en el aire-.
Miriam y yo nos quedamos
boquiabiertas y luego partiéndonos de risa:
-Bueno, Miriam, lo que te estaba
diciendo antes era que ayer un...
-Hola, chicas.
Esta vez nos giramos de verdad
porque no sabíamos quién era. Nos quedamos sin aliento, era el
chico más guapo del curso: Ángel, aunque era el novio de Rosa:
-Ho-hola Ángel-me atreví a
contestar-.
-¿Sabéis? Me ha hecho mucha
gracia lo que le habéis hecho a Rosa, aunque sea mi novia. Creo que
algún día de estos romperé con ella, me gusta otra chica-nos guiñó
un ojo-.
-Sabes Ángel, anhelo los viejos
tiempos, cuando Rosa no estaba-dijo Miriam de imprevisto-.
-Ya... y yo. Os prometo que
romperé con ella... pronto.
-De acuerdo, Ángel, bueno, nos
vemos luego, chao-le dije-.
-Chao, chicas.
Ángel pasó por delante de
nosotras y se bajó del autobús ágilmente. A mí siempre me había
gustado Ángel. Él, Miriam y yo habíamos sido un trío de mejores
amigos para siempre antes de que llegaran de un colegio de ricos
Diana, Lucía, Rosa y Celestia. Todas se habían adaptado excepto
Rosa y Celestia, que se creían que aún estaban en un colegio de
ricos. Después de dos años después de que llegaran, Ángel se
había interesado más por las chicas guapas y Miriam y yo, como no
nos hacía caso, nos hicimos íntimas amigas de Diana y Lucía. Este
año, Ángel está saliendo con Rosa, haciéndonos caso omiso hasta
hacía una semana, Celestia seguía siendo el perrito de Rosa, Diana,
Miriam y yo hacíamos un trío genial y Lucía cada vez se juntaba
más con Rosa. Así que por eso a Miriam y a mí nos sorprendía
tanto que Ángel nos dirijiera la palabra y que quisiera romper con
Rosa.
De camino al aula de francés,
por fin pude contarle a Miriam lo de mi poder y le dije que ya sabía
que Diana y ella tenían otros poderes y que Lucía tenía energía
negativa. Ella me dijo que sentía mucha curiosidad en saber que
energía tenía Rosa, aunque las dos estábamos casi seguras de que
tenía energía negativa. Hicimos pare o none para saber quién
llamaría esa noche al mago Nicolás para preguntárselo y gané yo.
Al entrar en clase de francés estaba muy aburrida, así que le
susurré a Miriam un gracioso plan que consistía en que yo con mi
poder trajera hasta mí el pintalabios de Rosa y que Miriam a toda
velocidad le pintara toda la cara. Estábamos tan entusiasmadas que
no nos dimos cuenta de que Diana me estaba susurrando al oído que
qué energía tenía. Le contesté la positiva y le dije mi poder y
que ya sabía su poder y el de Miriam. Lucía nos seguía, a pesar de
que tenía unas ganas tremendas de salir pitando a ser el segundo
perrito de Rosa. Para gastarle una broma, me concentré en su pelo y
le pedí a Diana que se volviera invisible para soplarle en la cara,
así que fingió que iba al baño, cuando en realidad se volvió
invisible y comenzó a soplarle en la cara a Lucía mientras yo hacía
que se le moviera el pelo. Asustada gritó:
-¡Estoy harta de vosotras y de
vuestras cosas raras!¡Yo soy rica y he nacido para estar con los
ricos y eso es lo que voy a hacer!
Dicho esto, se fue corriendo
hacia Rosa y Celestia mientras yo dejaba de concentrarme en su pelo y
Diana se volvía visible. Cuando le explicamos a Miriam lo que
habíamos hecho se unió a nuestras risas.
Leído!
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