-¡Socorroooo!
¡Ayudaaa! ¡Que alguien me ayudeee!
Corro
de un lado a otro, tambaleándome. La sangre cae desde mi frente
hasta la barbilla. Me duele mucho la cabeza, pero yo por lo menos
estoy consciente, no como mis padres, que están paralizados en sus
asientos, sin dejar de sangrar.
Consigo
llegar a una pequeña tienda de regalos. La dependienta, al verme,
pone cara de horror y se dispone a llamar al 112. Lo último que veo
es la sangre cubrir mis párpados.
***
-Pi,
pi, pi...
Suena
un pitido incesante, que, por lo que puedo descubrir poco después,
es la máquina que indica los latidos de mi corazón. Estoy en un
hospital. Abro los ojos con dificultad, y al hacerlo, una enfermera
se acerca directamente a mí:
-Buenos
días, señorita Maybe. Ha sufrido usted un accidente de tráfico, y
tiene un grave golpe en la cabeza.
-¿Y
mis padres?-pregunto directamente, al acordarme del accidente-.
-Lo
siento señorita, eso no es de mi incumbencia, yo sólo estoy aquí
para traerle la comida y bañarle.
-Puedo
bañarme sola.
-Eso
ya lo descubriremos, señorita. Voy a buscar al doctor.
La
enfermera sale de la habitación y me deja sola. Tengo un mal
presentimiento que me recorre todo el cuerpo. Soy pesimista, pero
ahora más que nunca. Intento levantarme de la cama, pero sufro
pinchazos en la cabeza, y aunque tenga unas ganas enormes de salir de
allí, no quiero volver a desmayarme. Odio los hospitales.
Espero
como media hora hasta que, por fin, vuelve la enfermera acompañada
de un hombre de mediana edad, con el pelo castaño dejando a la vista
unas cuantas canas, y ataviado con una bata blanca. El hombre me mira
con el rostro serio. ¿Qué pasa ahora?:
-Buenos
días, señorita Maybe.
-Buenos
días, doctor. ¿Qué ocurre?-contesto inmediatamente-.
-Ha
tenido usted un accidente junto a sus padres.
-Hasta
ahí llego-dije, aún más nerviosa-. Sé que algo les pasa a mis
padres, no soy estúpida.
-Sus
padres han salido mucho peor que usted-me explica el doctor sin
perder la calma-.
-¿Eso
qué quiere decir?-pregunto, con la piel de gallina-.
-Señorita
Maybe, siento mucho decirle esto, pero... es usted huérfana.
Una semana después...
-¿Sí?-descuelgo-.
-Hola, Elena.
-Ah, hola, Sara.
-Oye, sé que sigues enfadada conmigo, por lo de tu
novio y tal, y lo siento mucho, me gustaría que arregláramos
nuestra amistad y...
-Sara, ya basta. Ahora mismo no estoy ni para
discusiones ni para perdonar a nadie. Me voy de la ciudad. Mis padres
han muerto en un accidente y yo me di un golpe en la cabeza, me
dieron el alta ayer. Como aún no soy mayor de edad, me mandan a un
orfanato en Seattle.
-Ele... lo siento... lo siento mucho... de verdad... No
me había enterado....
-No me llames Ele. Tuvimos el accidente el mismo día
que tú y yo nos peleamos.
-¡No es mi culpa!
-¡Mi madre, que iba al volante, me regañaba por salir
con un chico de 21 años, ya que tras tu puto engaño, le conté
todo!
-¡Yo no quise hacerlo, fue una tontería, un beso de
nada!
-¡Un beso de nada que ha terminado en embarazo!
-¿Quién te lo ha dicho?
-Max. De todas formas me hubiera enterado.
-¿Por eso estás más enfadada que nunca conmigo?
-No estoy enfadada porque te hayas quedado embarazada de
Peter, estoy enfadada porque eras mi mejor amiga, me has engañado
con mi novio, que ya no lo es, y encima has sido tan estúpida como
para quedarte embarazada.
-Voy a abortar.
-A mí me da igual. Me voy de la ciudad, tendré nuevos
amigos, nueva vida, y ¿quién sabe? A lo mejor también otro novio y
otra mejor amiga verdaderos.
-Ele, antes de que te vayas, quiero que estemos bien....
-Pues eso no va a ser posible. Adiós, Sara.
-Adiós-se despide con voz estrangulada-.
Acabo de soltarlo todo con la mentirosa de mi ex
mejor amiga. Nos hemos peleado muchas veces, pero esta ha sido el
colmo.
Bajo
con las maletas por el ascensor, y al salir a la calle, ya me está
esperando el taxi. Saludo al conductor, le pido que vaya al
aeropuerto, y en ese momento, empieza una nueva etapa de mi vida.
Llego al aeropuerto por la noche. Mi vuelo sale en
dos horas. Los del orfanato me dijeron que fuera a la terminal T6.
Paso la etiquetación de las maletas y el control de aduanas, y a
continuación me dirijo a una cafetería cerca de allí. Al mirar la
carta, veo que los precios son altísimos, pero estoy tan hambrienta,
que, cuando llega el camarero, que por sus pintas, su forma de andar
y su forma de hablar, es gay, le digo:
-Hola.
-Hola, preciosa. ¿Qué te pongo?
-Un bocadillo extra grande mixto.
-Tenemos el apetito abierto, ¿a qué sí, mi alma?
-Tengo un largo viaje.
-¿Algo para beber?
-Un café con leche.
-Enseguida te traigo todo, cariño.
El camarero se va y a mí se me escapa una sonrisa.
En total me ha llamado, preciosa, mi alma y cariño. Eso demuestra
que es una gran persona.
Me como mi bocadillo y me bebo mi café lentamente.
Pago al camarero incluyendo una buena propina y una de mis mejores
sonrisas, y me dirijo a la T6. No tengo ganas de irme de Miami. Aquí
se vive genial, hace calor, hay playa, centros comerciales... Lo
echaré tanto de menos... aunque creo que me vendré aquí en cuanto
cumpla los 18. He heredado la casa de mis padres y todo el dinero de
sus cuentas bancarias. Podré pagarme una buena universidad y tendré
casa. Pero bueno, paso a paso. Aún falta un año muy largo para
tener la libertad de ser adulto. Por ahora, al maldito orfanato.
Cuando entro en el avión y me siento en mi sitio,
veo que me ha tocado al lado de una parejita enamorada. No paran de
besarse y abrazarse, y os aseguro que eso jode bastante. Llevo una
hora de vuelo y la parejita no se cansa, y ya no soy la única a la
que parece que le molesta. Detrás de mí hay un inglés, por su
acento al hablar, que no para de criticarles y lanzarles tacos. Me
aguanto la risa, y tras beberme un Cola Cao que me trae la azafata,
me quedo dormida escuchando los ya insoportables besuqueos de la
parejita.
Abro los párpados. Estoy en mitad de una autopista.
El suelo está lleno de sangre, y en el interior de un coche
totalmente destrozado, puedo ver a mis padres ensangrentados, lacios,
muñecos rotos. Empieza a brotar sangre de mi cabeza, suena un ring
incesante en mis oídos, veo como un coche se acerca a toda
velocidad, choca contra mí.
Me despierto dando un brinco en el asiento del avión.
La azafata me estaba zarandeando preocupada. Cuando me tranquilizo,
me explica que poco antes estaba gritando y arañándome la cara. Me
asusto de mi misma, pero le digo que no se preocupe. Por fin, la
parejita de al lado me tiene miedo, y ya no se besan, para
mi alivio.
Me
acomodo en el asiento y recuerdo las escenas de mi pesadilla. Ha
sido horrible volver a ver a mis padres ensangrentados. Lo que no me
explico es por qué, teniendo yo tías, tíos y abuelos, tengo que ir
a un orfanato. Es lo que ponía en el testamento de mis padres, si
alguna desgracia como ésta ocurría. Con dudas interminables en mi
cabeza revoloteando como abejas nerviosas a mi alrededor, aterrizamos
suavemente en la soleada Seattle.
Cojo mi bolso del portaequipajes, bajo por la
escalera y justo cuando voy a montarme en el pequeño autobús que
llevará a los pasajeros a la recogida de sus maletas, un hombre con
traje negro me coge del hombro y me aparta del grupo:
-¡Eh!-me quejo, apartando su mano de mi hombro-.
-¿Es usted Elena Maybe?-me pregunta el desconocido
haciéndome caso omiso-.
Titubeo, pero al fin digo la verdad:
-Sí, soy yo. ¿Y usted quién es?
-Su
chófer hasta el orfanato Green Day.
-¿Cómo sé que debo fiarme de usted?-pregunto-.
El
hombre de negro me enseña un carnet con su nombre, su edad, y su
puesto en el orfanato Green Day:
-Pues espéreme a la salida, que voy a por mi equipaje.
-Ya está todo en el coche. Vámonos, tenemos prisa.
-Vale, vale.
Caminamos hasta el párking, donde nos montamos en
un Volkswagen negro con los cristales tintados. Aún sin fiarme del
todo de aquel hombre, me monto en los asientos traseros, cierro la
puerta y empiezo a llorar. El hombre, llamado Malcom, supongo que
acostumbrado a ver llorar niños y adolescentes, no me hizo caso y
comenzó a conducir hacia el orfanato.
Cómo me ha podido pasar esto. Hace una semana estaba
planeando un viaje a Londres con mis padres, y ahora.... voy camino
de un puto orfanato desconocido, que apenas sale en internet, y mis
padres ya no están. ¿Por qué a mí?
Tras dos horas de trayecto, entramos por un camino de
hierba por el bosque. Esto me da yuyu. Seguimos por aquel camino
lleno de curvas, hasta divisar un edificio no muy grande, con muchos
ventanales sucios, las paredes de ladrillo, pintadas de un feo color
verde. El supuesto jardín de recreo de alrededor está cubierto de
hojas secas, y allí sólo se puede ver a un par de bulldogs
enseñando sus dientes hacia mí. Agarro con fuerza mi bolso y
empiezo a caminar hacia la entrada, que consiste en una puerta
rectangular negra de hierro. Pensando en la mala suerte que tengo, la
puerta se abre, y podemos ver a una criada y al fondo del corredor,
un montón de niños y jóvenes en mal estado junto a una mujer alta,
vestida de negro, al igual que mi acompañante, con la nariz
puntiaguda, su pelo castaño recogido en un fuerte moño, y los ojos
desafiantes. Supongo que es la directora o algo así.
Mirando al frente, entro con pasos decididos, y digo:
-Hola, soy Elena Maybe.
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