jueves, 24 de abril de 2014
¡NECESITO VUESTRA AYUDAA!
¡Holii! Pues bueno, necesito vuestra ayudaaa. Veréis, me he apuntado un concurso en facebook que acaba hoy, y necesito que me votéis. El concurso va sobre que te hacen una pregunta y tú tienes que responder lo mejor posible. Lo único que tenéis que hacer es ir a este link http://a.pgtb.me/2CvzCV?app_data=entry_id%3D52915443&fb_source=timeline&ref=profile#_=_, y busca el texto de Marina Mathis Pérez, tal y como está escrito, y le das a votar. Para hacerlo necesitas facebook, y si tienes, hazlo por favor, te estaré infinitamente agradecida, ¡Muchos besos! =D
miércoles, 23 de abril de 2014
Capítulo 4: Dicho y hecho (El oscuro secreto)
-¡Arriba, Elena! ¡Llegamos
tarde!-me exclama una voz impertinente-.
Resoplo fuertemente y miro a
Jen. Está poniéndose un top, unos shorts vaqueros rotos y unas vans
negras. Oh no, el “instituto-colegio”:
-No quiero ir.
-¿Sabes que si no vas “la
Sidney” te castigará de por vida?
-Ni lo sabía, ni me importaba.
-Yo que tú iría.
La chica sale de la habitación
dejándome sola, no sin antes tirarme un cojín a la cara. Estoy
deseando contarle lo de Paul, pero tengo que fingir que aún estoy
enfadada por lo de ayer. Quiero que sepan que soy muy cabezota y que
tengan cuidado conmigo.
A regañadientes, me visto con
unos shorts deportivos negros, una camiseta de tirantes blancas y una
gorra de Obey y salgo con la mochila que utilizaba para mi antiguo
instituto. Voy mirando el Whatsapp mientras subo la escalera hasta el
tercer piso. Apenas hay cobertura, y eso me pone de los nervios.
Mientras guardo el móvil en la mochila, me choco con alguien. Es
Paul:
-¿Siempre que nos encontremos
tengo que chocarme contigo?-es mi saludo-.
-¿No te gusta?-me pregunta
sonriendo pícaro-.
-No es que no me guste, es que
duele. ¿A dónde vas? ¿No tienes clases?
-Voy a hacer novillos. Además, no
estoy en tu curso.
-¿Cuántos años tienes?
-Diecinueve.
-¿Y por qué sigues aquí?
-Porque no tengo nada que hacer.
¿Vienes?
-Es mi primer día, la directora
se dará cuenta de mi ausencia...-contesto, a pesar de que tengo unas
ganas horribles de dar una vuelta con ese chico-.
-Como quieras. Adiós.
Paul me rodea rozando mi brazo
y me deja allí de pie:
-¡Hola!-me saluda Stephanie, que
se ha acercado a mí-.
-¡Hola!
-Oye... ¿ya conoces a Paul?
-Sí... y ya sé que él y Jake no
es que se lleven muy bien, pero... es interesante.
-Lo sé. Cuando estaba en nuestro
grupo, Mery estaba colada por él.
-¿Y por qué se fue con
Jake?
-Porque Paul no demostraba su amor como lo hacía Jake.
-Porque Paul no demostraba su amor como lo hacía Jake.
-Ah.
-Paul empezó a demostrarlo cuando
Mery y Jake empezaron a salir, y luego ellos dos se pelearon y Jake
salió ganando. Dijeron que quien perdiera tendría que irse del
grupo.
-Menudo lío-contesto resoplando-.
-Oye... a ti te gusta Jake,
¿verdad?
-No sé... rompí con mi novio
antes de venir aquí. Me engañó con mi mejor amiga.
-Vaya, lo siento.
-¿Y qué tal tú con los amores?
-Horrible. Me gusta Max, pero a él
le gusta Jenni, y ella es mi amiga.
-¿Y Jenni?
-Ella pasa de todo-contesta
riéndose-. Vamos a clase, que llegamos tarde.
Entramos en nuestra aula, donde
ya están sentadas mis amigas y cinco o seis más chicas que aún
no conozco. La directora me entrega un libro de Ciencias, otro de
Matemáticas y otro de Lengua y Literatura:
-Directora, ¿cómo nos vamos a
sacar Bachillerato dando sólo tres asignaturas?
-Fácil. No os lo sacáis.
-¿Y si nos hace falta para buscar
trabajo?
-Pues te pagas un instituto
privado.
-Bueno, pues vale.
Paso las cinco horas de clase
aburridísima. Estamos “repasando” las ecuaciones de tercer grado
y los monomios y polinomios. ¡Si eso es de 2º de la ESO!
Por fin, la directora nos
ordena que salgamos de allí y acaban las clases. Stephanie y Jen se
acercan a mí:
-¿Por qué te has puesto así por
lo del trabajo? ¿No ves que no podemos salir de aquí?-me dice Jen-.
-¿Qué dices? ¡Esto no es una
cárcel! ¡En cuanto sea mayor de edad, puedo largarme!
-¡No! ¿Sino por qué crees que
Paul sigue aquí?-interviene Stephanie-.
-¿Paul?-pregunta Jen-. ¿Lo
conoces?
-Sí, no me has dejado contártelo.
Y Paul me ha dicho que sigue aquí porque no tiene nada mejor que
hacer.
-Claro, claro-contesta Jenni-.
-Oye, no te pongas así. ¿Cómo
sé que no puedo irme sino me contáis lo que pasa?-me quejo-.
-Ocúpate tú, Stephie.
-Ele... sólo te diré algo. El
chico de las gafas que viste... todos lo hemos visto y todos supimos
lo que ocurría después, solos. Nadie nos lo contó, ni nadie te lo
puede contar.
-Está bien. Me voy con Paul.
-No puedes, hay que comer.
-No quiero.
-Aunque no quieras, no puedes
escabullirte-continúa insistiendo Jenni-.
-¿Qué pasa? ¿Te gusta Paul o
qué?
-¡No! Tú no supiste lo que le
hizo a Jake.
-¡Oh, vamos! ¡Tampoco debió de
ser para tanto!
-Tú no sabes nada-concluye la
conversación Jenni alejándose de allí-.
-¿Y a ésta qué mosca le ha
picado?-pregunto a Stephie-.
-Tiene la regla.
-Ah, eso lo explica todo-contesto
irónicamente-.
Me despido de Stephie. A pesar
de la discusión con Jenni, sigo queriendo ir con Paul. Salgo
disimuladamente del orfanato y me encuentro al chico escondido tras
unos arbustos. Cuando me acerco a él, enseguida me susurra:
-Sabía que vendrías.
-¿Llevas esperándome aquí desde
esta mañana?
-Puede. Vamos, quiero enseñarte
algo. Deja la mochila aquí.
Me coge de la mano y tira de mí
a través de un estrecho sendero por el bosque. Los árboles cada vez
son más densos y más altos, y los rayos de luz apenas llegan a
nosotros:
-¿Dónde me llevas?
-Como te vas a quedar sin comer, a
hacer un picnic.
Llegamos a un claro lleno de
hojas secas. En él hay un mantel blanco a cuadros rojos en el cual
hay una cesta llena de sándwiches, una tortilla y refrescos:
-Qué hambre, y gracias.
-No hay de qué.
Nos sentamos en el mantel, y
mientras me como un sándwich, me dice:
-Oye, me he enterado de lo que te
pasó en la ducha.
-¿Cómo lo sabes?
-Sigo hablando con Stephanie y
Jen. Son las más honestas. Además, a todos nos ha pasado eso.
-¿Me cuentas tú quién es ese
tío de las gafas?
-No debo ser yo quién te lo
cuente. Lo sabrás tú sola.
-Ya, claro...
-Ya, claro...
-Oye, yo quiero contártelo,
Stephie y Jen también, pero... si te lo contamos nosotros, no lo
sabrás tú sola, es más... no entenderías nada y...
-Vale, hablemos de otra cosa
porque me estás liando. Jen me ha dicho con una... indirecta,
que eras peligroso.
-¿Qué?
-Me dijo que le habías hecho
mucho daño a Jake...
-¿Y tú la crees? Mira, Jen me
cae bien, pero esa chica tiene un problema...
-No hables mal de ella.
-¿Qué no hable mal de ella? ¡Se
ha enfadado contigo sin razón!
-Oye, tengo que irme. Gracias por
el picnic.
Me levanto, y sin girarme,
empiezo a caminar por el sendero de vuelta al orfanato. Ya no tengo
hambre, pero aún tengo una cosa por hacer. Se acabó la cabezonería.
Tengo que disculparme con Max, Mery, Jake y Jenni. Camino
tranquilamente, hasta que algo me coge por detrás. Justo cuando voy
a gritar, ese alguien me tapa la boca. Me lleva detrás de unos
árboles, me gira y....
-¡¿Qué coño quieres?!-le grito
al chico de las gafas-.
-Tú.... tú.... ya has
entrado..... no puedes salir.... ten cuidado.... no te alejes de tus
amigos.... nunca... nunca te quedes sola-me contesta con voz ronca-.
-¿Quién eres?-pregunto
bruscamente-.
-Soy el protector-contesta
desapareciendo-.
Me quedo quieta, sin poder
moverme. ¿El protector? ¿Para protegerme de qué? ¿Alguien tan
raro, que desaparece sin más y que ni conozco? Me levanto y escucho
alguien correr hacia mí:
-¿Estás bien? Te he oído hablar
con alguien-dice Paul-.
-Era... era el protector-contesto
suspirando-.
-¿Ya te ha dicho quién es? Es
demasiado pronto.
-Qué más da. Sólo me ha dicho
que es el protector, nada más. No entiendo nada.
-Aún no sabes todo.
-¿Y tan grave era decirme que ese
tío es el protector?
-Sí, porque... ¡oh, no! ¡La
directora! ¡Escóndete!
-¡Paul!
Veo al chico irse corriendo por
la dirección contraria. Me escondo tras un ancho alcornoque, y al
pasar la directora, veo que lleva nuestras mochilas. Mierda. Espero
que no sepa que son nuestras. La veo alejarse, y sé que es mi
oportunidad. Salgo de mi escondite y voy corriendo al orfanato. En el
corredor me encuentro a Paul:
-Lleva nuestras maletas-le digo-.
-Ella sabe que es la mía, me ha
pasado muchas veces, pero no sabe de quién es la otra.
-¿Y qué hace cuando pilla que
alguien ha salido?
-Mejor que ni lo sepas. Vete a tu
habitación. Si nos ve aquí, sospechará.
-Está bien... y, gracias por
todo-me despido, dándole un beso en la mejilla-.
Camino hasta el segundo piso, a
la habitación 99. Al entrar, veo a Jenni tumbada en su cama. Genial,
también es una cabezota:
-Oye, Jen... si te he molestado...
lo siento.
-No te preocupes. Sé que ya has
visto al protector.
-¿Cómo lo sabes?
-Él mismo me lo ha contado.
martes, 22 de abril de 2014
lunes, 7 de abril de 2014
Capítulo 3: Primera reunión
-Se ha desmayado.
-¿En serio?
-Sí, creo que se imaginó algo...
Escucho un murmullo de voces que me martillea los
oídos. No consigo moverme, mis articulaciones no me obedecen. Venga
Elena, levántate:
-¡Ele! ¿Estás bien, cielo?-papá....
-¿Papá?-pregunto con la voz rota-.
Nadie contesta, solo escucho unos pasos cada vez más
cercanos a mí:
-Ele... soy Jennifer.
-Hola-contesto, abriendo los ojos-.
La chica va con el pelo mojado y un largo camisón
que le llega por los muslos:
-¿Estás bien?
-Valiente primer día.
-Anda, tonta.
-Luego te cuento qué es lo que he visto.
-Vale, pero ya me tengo que ir.
-Oh, no. ¿Esta noche tengo que quedarme aquí?
-Si te encuentras bien, escápate. Te espero en la
habitación-me contesta sonriendo-.
Jennifer sale de la estropeada enfermería lenta y
silenciosamente. Miro a mi alrededor. No hay nadie, pero poco después
llega “la Sidney”:
-Hola, señorita Maybe.
-Hola.
-Me han contado su accidente en la ducha. Me gustaría
que me contase lo que ocurrió.
-No fue nada.... sólo un mareo-miento-.
-¿Está usted segura?-me pregunta la mujer arqueando
una ceja-.
-Sí... ¿Podría irme a mi habitación?
-No sería prudente.
-Me encuentro bien.
-De acuerdo, y acuéstese pronto. Mañana empiezan sus
clases.
-Vale, adiós-me despido levantándome de la cama y
saliendo de allí-.
Mientras camino hacia el segundo piso, recuerdo que
antes de haberme desmayado volví a ver al gafotas con granos, y que
me atravesó... Llego frente a la puerta de la habitación 99 y la
empujo. Está abierta. Allí me encuentro a Jenni, a Mery, a Max, a
Jake y a Stephie:
-¿Qué hacéis aquí?-susurro, intuyendo que reunirse
en una habitación por la noche está prohibido-.
-Tendremos que darte una fiesta de bienvenida,
¿no?-contesta Stephie sonriendo pícara-.
-¿Qué? Ni se os ocurra, odio las fiestas, me da
vergüenza. Además, seguro que están prohibidas.
-¿Aún no te has leído las reglas, señorita?- me
pregunta Jake-.
-Pues... no.
-Dejemos de hablar o no nos dará tiempo a nada. ¿Vienes
o no, Ele?-interviene Jenni-.
-Está bieeen.
Salimos con pasos silenciosos al pasillo. Intuyo que
vamos a salir del orfanato, pero en vez de bajar a la salida, subimos
al tercer piso:
-¿A dónde vamos?-le pregunto a Mery-.
-Un día que estábamos haciendo novillos encontramos un
pasadizo subterráneo cerca del “instituto-colegio” que lleva a
la salida.
-¿En serio? ¿Y cómo es que no os habéis escapado?
-No podemos por una razón muy sencilla.
-¿Cuál?
-Ya la sabrás.
Otra que me oculta algo. Seguro que los demás lo
saben. Pero bueno, eso es lo malo de ser la nueva, que siempre tardas
en saber todas las cosas. Seguimos caminando hasta el tercer piso,
pero en vez de entrar al “instituto-colegio”, avanzamos más
adelante, donde hay una cerradura casi invisible en la pared:
-Aquí no hay ninguna puerta-susurro-.
-Sí que la hay-me contesta Jake-. Tú espera.
El chico, que va a la cabeza, se saca una pequeña
llave del bolsillo trasero del vaquero:
-¿Cómo es que tenéis esa llave?
-Estaba escondida en uno de los pupitres de nuestra aula
del “instituto-colegio”-contesta Max-.
-¿En serio? Pues el que intentó esconderla lo hizo muy
mal.
-Ya te digo.
Jake gira la llave en la cerradura y tras un chirrido
que parece delatador, se abre una puerta de piedra que antes estaba
totalmente camuflada en la pared. Nos metemos en ella y Max, que va
el último, cierra con cuidado. Alguien enciende una linterna. Es
Jenni:
-Siempre que venimos la traigo-casi grita-.
-¿¡Qué haces?!-exclamo alarmada-. ¡Nos van a oír!
-¡Tranqui! Esta pared de piedra está insonorizada.
Estamos seguros al cien por cien.
-Bueno, vale.
Caminamos por un túnel oscuro y húmedo. El camino
es cada vez más empinado y el techo más bajo. Casi cuando vamos por
el final, estamos obligados a ir a gatas. Tras media hora avanzando
por el pasadizo, vemos la salida. Estamos en una especie de cabaña:
-¿Qué es esto?-pregunto, alisándome la ropa-.
-Nuestro lugar de reuniones. Bienvenida-explica Jenni-.
Nos sentamos en el suelo de madera. No hace mucho
frío, estamos en primavera. Todos me miran. Parece que esperan a que
les cuente algo:
-Bueno, ¿nos explicas qué es lo que viste en la
ducha?-pregunta Stephie-.
-¡Ah! ¡Eso!
-Pues que se estaba quitando la ropa, luego la ropa
interior....-bromea Jake-.
-¡Eh!-exclama Mery riéndose mientras yo me pongo como
un tomate-.
-No, venga, ya en serio. ¿Qué te pasó?
-En la cena vi a un tipo raro con gafas y granos sentado
al lado mía. Se lo conté a Jen, pero me dijo que ella no lo veía.
-Es que no veía nada-miente la chica, sin que lo sepa
Elena-.
-Pues no dejaba de mirarme, y además era asqueroso.
Terminamos de cenar y nos fuimos a la habitación. Subí a ducharme y
me lo encontré escondido detrás de la cortina. Le grité y me echó
un aliento a muerto en la cara. Luego me atravesó, no sé cómo,
sentí escalofríos y me desmayé-me salto la parte en la que oí a
mis padres gritar en el accidente-.
-Vaya... pues no sé qué decirte-interviene Max-.
-Oye, desde esta mañana me he dado cuenta de que Jen me
ocultaba algo, luego también Mery, y sé que todos lo sabéis. ¿Por
qué no me lo contáis?
-Aún no.
-Has llegado hoy.
-Es demasiado pronto.
-Es peligroso.
-No podemos.
-Lo siento.
-Pues vale, pensaba que podíais confiar en mí-contesto
enfadada levantándome y dispuesta a irme-.
-¡Ele! ¡No te lo contamos por tu bien!-exclama Jenni
colocándose de pie a mi lado-.
-¿Qué pasa? ¿Que ahora que mis padres han muerto y he
llegado hoy aquí pensáis que soy débil?-grito llorando-. ¡No me
conocéis!
-¡Elena! ¡Te juramos que te lo queremos contar! ¡Pero
es demasiado pronto!
-¿Y si me lo contáis qué pasa? ¿Tan grave es?
-Sí.
-Sí.
-Pues vale-doy por finalizada la conversación entrando
en el pasadizo-.
Avanzo y tengo la sensación de que nadie va tras mí.
Cuando puedo ir de pie me giro, y, definitivamente, en este puto
túnel no hay nadie salvo yo. Llego a la puerta, la abro y me alejo
de allí. Camino hasta mi habitación. Todo está a oscuras. Llego a
la 99, pero me choco con algo:
-Hola-me saluda una voz de chico-.
-¿Quién eres tú?-pregunto-.
-¿Qué tal si entramos a tu habitación y te lo cuento?
-Está bien, total, que más da.
Saco la llave de mi bolsillo trasero de los shorts y
la meto en la cerradura. Pienso que ese tío a a lo mejor es uno de
esos pervertidos que lo único que quieren es echar un polvo, pero me
da igual. Abro la puerta y entro con él tras mí. Me giro. Guau.
Está bueno, no puedo evitar mirarle de arriba a abajo. Es moreno con
los ojos verdes, el típico actor buenorro con miles de chicas
loquitas a sus pies:
-Soy Paul.
-Yo Elena.
-Ya lo sé.
-Y bueno, ¿qué quieres?
-Ser tu amigo.
-Eso está hecho.
-No me acerqué antes a ti porque vi que estabas con ese
idiota de Jake.
-¿Te cae mal? Porque también es mi amigo.
-Me cae fatal. Ahora mismo podría ir y partirle la
cara.
-No te pases. ¿Qué te hizo?
-Me robó a Mery.
-Ah bueno, veo que todos estáis colados por ella.
-¿Te gusta Jake?
-Está bueno, eso es todo.
-¿Y yo no lo estoy?
-Oye, si vas a preguntarme cosas de ese tipo, te largas.
-Vale, vale.
-¿A qué has venido en realidad?
-Yo también conozco el pasadizo donde habéis estado
esta noche.
-¿Nos has espiado?
-Antes yo también iba con ellos, hasta que Jake me robó
a Mery y nos peleamos. Te has peleado con ellos, lo sé, ¿por qué?
-No me han querido contar algo.
-¿El qué?-me pregunta, acercándose más a mí-.
-No es... no es de tu incumbencia-.
-Está bien, nos vemos mañana. Adiós, Ele-se despide
Paul dándome un beso en la mejilla-.
Sale de la habitación guiñándome un ojo y me deja
sola. Tras recuperarme de la sorpresita, me meto en la cama y apago
la luz. No pienso esperar a Jenni. Estoy enfadada con ella y con los
demás, y soy muy cabezota. Me han pasado demasiadas cosas en este
primer día. Aunque ese Paul... me atrae más que Jake, tiene un
aire... interesante.
Personajes El oscuro secreto
Elena Maybe, la protagonista
Jennifer Clevey, mejor amiga y compañera de Elena
Subiré las fotos de los otros personajes cuando se hable más de ellos. Un besote :D
Jennifer Clevey, mejor amiga y compañera de Elena
Subiré las fotos de los otros personajes cuando se hable más de ellos. Un besote :D
jueves, 3 de abril de 2014
Capítulo 2: Compañeras (El oscuro secreto)
-Hola, soy Elena Maybe-digo-.
Espero quieta una respuesta, pero nadie habla. Creo
que hasta todo el mundo puede oír el rápido latido de mi corazón.
Tierra, trágame:
-Hola, señorita Maybe. Bienvenida a Green Day.
Subo la mirada y veo que la que ha hablado es la
mujer del moño:
-Soy la directora Sidney. Aquí mando yo, téngalo en
cuenta desde ahora. Bien, todos estos son los niños del orfanato.
Se escucha un murmullo de “holas” tímidos en la
habitación, y, a continuación, la directora se acerca a mí y me
coge del hombro:
-La acompañaré a su habitación.
Agarro mi bolso con más fuerza aún mientras la
directora Sidney tira de mí por unas escaleras de caracol de madera.
Detrás de mí, puedo oír cómo los demás niños y jóvenes se
mueven por la sala y se susurran entre ellos. Seguramente están
hablando de “la nueva”.
Llegamos al segundo piso, que consiste en un largo
pasillo de paredes blancas, el suelo de madera y un montón de
puertas de hierro negras a los lados. A medida que avanzamos, puedo
observar que en cada puerta hay un número y debajo un pequeño
cartelito con los nombres de las personas de esa habitación. Oh, no.
¿Tengo que compartir habitación con alguien? Llegamos a la puerta
99. Genial, mi número de la mala suerte. Antes de atravesar la
puerta, veo que en el cartelito pone mi nombre y el de otra chica, el
cual no consigo leer. ¿Quién será?:
-Bien, dentro de dos horas tendrá que bajar a cenar.
Podrá instalarse y guardar sus cosas. Las duchas son después de la
cena. Las demás normas están encima de su cama. Bienvenida de
nuevo, Elena.
Espero a que la mujer salga por la puerta y me dirijo
corriendo a mi nueva e incómoda cama:
-¡Pero qué coño...!-exclamo-.
Pensaba que las normas consistían en tan solo la
cara de una hoja, pero no, las normas que me faltan por leer son dos
folios por las dos caras. Suspiro exasperada. Qué bien empiezo. La
directora no me ha dicho nada de mi compañera de habitación. ¿Quién
demonios será?
Me paso una hora ordenando mi ropa y mi neceser, pero
nadie aparece. Me siento en la cama, luego me tumbo, miro al techo.
¿Qué hago yo aquí? Entonces, escucho cómo se gira el pomo de la
puerta. Se me pone la piel de gallina. Me levanto de la cama y me
aliso la ropa. Si quiero caer bien a la gente, tengo que estar
presentable. Tras un segundo que parece interminable, lo primero que
veo es una larga y lisa cabellera rubia. La desconocida se gira y
cierra la puerta. Parece que aún no se ha dado cuenta de mi
presencia. Entonces, me mira:
-¡AH! ¡Dios! ¡Me ha tocado la nueva!
-¡Oye, la nueva tiene nombre! Soy Elena Maybe-me
quejo-.
Tras el susto, la rubia se acerca a mí tendiendo la
mano y mostrando una pícara sonrisa:
-Hola, neófita. Soy Jennifer Clevey. Encantada.
-Igualmente-respondo, estrechándole la mano-.
-Está bien. Supongo que estás aquí porque eres
huérfana, ¿no?
-¿Por qué iba a ser si no?-pregunto, aguantando las
lágrimas-.
Jennifer se da cuenta y me pide disculpas:
-Vaya, debió de ocurrir hace poco... Lo siento... Yo ya
llevo aquí cinco años.
-¿Y cuántos años tienes?
-Diecisiete.
-¡Igual que yo!
-Bueno, tú sólo tendrás que aguantar un año aquí.
-Si no tengo planes en un año, no tendré más remedio
que quedarme.
-Cambiemos de tema, hablar de salir de aquí me ilusiona
demasiado.
-¿Por qué dices eso? En un año te puedes largar.
-No te creas.
-¿A qué te refieres?
-¡Anda! ¡Tengo que enseñarte el orfanato! ¡Vamos!
¡Tenemos una hora!-cambia de tema mi nueva amiga-.
Resoplando, salgo de la habitación tras Jennifer.
Mientras andamos por el pasillo hasta una escalera que lleva a un
tercer piso, la chica me dice:
-Puedes llamarme Jenni o Jen.
-Y tú a mí Ele o Eli-respondo sonriendo-.
Bueno, pues al final me alegro de tener a alguien en
mi habitación. Jenni me está cayendo genial. Subimos por la
escalera que lleva al tercer piso. Éste pasillo también está lleno
de puertas, pero éstas no pertenecen a habitaciones:
-A cada habitación le pertenece una ducha. La nuestra
es la 99, como el número de nuestra habitación. Las duchas son
después de cenar, y es obligatorio ducharse.
-Bueno, yo ya me duchaba antes todos los días.
-Ya, pero el agua de aquí es una mierda y el champú te
deja el pelo encrespado.
-Pues tienes el pelo muy bien.
-Tengo mis propias reservas-me explica sonriendo-.
Seguimos caminando hasta llegar a una puerta más
ancha que las demás. La atravesamos y entramos a una especie de
vestíbulo con varias puertas. Cada una tiene un cartel. Leo unos
cuantos y adivino que son aulas. Jenni habla antes que yo:
-Aquí se imparten las clases. Es como un instituto
normal, pero peor. Las clases las dan la directora, el tío que te ha
traído hasta aquí y el jardinero. Los demás profesores se piraron
hace tiempo, y no sólo porque tuvieran un sueldo de pena.
De nuevo me oculta algo:
-Empezarás las clases mañana. Los de nuestra edad
damos cinco horas, de 6:00 a 11:00. Nos da clases la directora.
-Está bien, pero no hablemos más del instituto.
Hablemos de algo más personal-intervengo, con una sonrisa traviesa-.
¿Por aquí hay tíos buenos?
-Unos cuantos, pero mejor que ni les hagas caso. Se
supone que aquí las relaciones están terminantemente prohibidas.
Según “la Sidney” no quiere tener más niños, y dice que las
chicas se eduquen por su lado y los chicos por otro.
-Concluyendo, ¿no daremos las clases con ellos?
-Los chicos y las chicas sólo estamos juntos a las
horas de desayunar, comer y cenar, y cuando llega uno nuevo, como
hoy.
-Genial.
-¿Qué pasa? ¿Querías un ligue?
-Antes de venir aquí mi mejor amiga me engañó con mi
novio, Peter, así que quería olvidarme de él.
-¿Usas a los tíos como pañuelos de usar y tirar? Me
gusta...
-¡No! Sólo que Peter es la relación más seria que
había tenido hasta ahora y... pues eso.
-Estando aquí no te hará falta un tío para olvidarlo.
Vamos a cenar o nos castigan.
Salimos del “instituto-colegio” y bajamos las dos
escaleras. Llegamos al corredor donde me presenté y atravesamos una
puerta enorme de metal que está en el centro de la pared norte de la sala. Hay dos
mesas bastante largas a los dos lados de la sala. Perdida, sigo a
Jenni, que se dirige a la mesa de la derecha. Por lo que puedo ver,
permiten a los chicos y chicas estar juntos. Nos sentamos en unas
sillas de madera, yo a la derecha de Jennifer. A mi derecha hay un
chico con gafas muy raro que me mira babeando. Me pego todo lo que
puedo a Jenni:
-¿Quién es ese?
-¿Quién?
-El que está al lado mía con las gafas.
-¿Pero qué dices, tía? El chico que está al lado
tuya es Mike.
-¡No! Hay un chico con gafas babeando. Está lleno de
granos y me da yuyu.
-Pues yo no veo nada, te lo estarás imaginando tía.
-Lo que veo es muy real.
Me dispongo a comer dando por finalizada la
conversación. En el plato hay un no apetitoso puré de patatas
amarillo, acompañado de zanahorias y un vaso de agua. Como,
intentando no vomitar. El puré sabe a cebolla. Al terminar mi plato,
llega el postre. Bien, es una tarta de chocolate. Mientras me aparto
un trozo, miro disimuladamente al chico de las gafas. ¿Cómo es que
Jenni no lo ve? Si hasta podría tocarlo.
Terminamos el postre. La profesora me saca, para mi
sufrimiento, delante de todo el mundo, de nuevo para presentarme.
Bajo rápidamente las escaleras del pequeño escenario donde he
estado de pie durante veinte segundos y me reúno con Jennifer. Al
acercarme, puedo ver que está con un pequeño grupo de personas:
-¡Hey, nueva!-me saluda un chico bastante mono-. Soy
Jake.
Le doy dos besos en las mejillas:
-Yo soy Stephanie, llámame Stephie.
-Yo Mery.
-Yo Max-Max... me recuerda a mi mejor amigo de Miami-.
-Encantada de conoceros.
Empezamos a caminar por el corredor y subimos por las
escaleras. El que me ha llamado más la atención es Jake, pero con
el que más he hablado ha sido con Max. Llegamos al pasillo de
habitaciones, y me da un poco de corte al ver cómo la chica llamada
Mery le da un beso en la boca a Jake. Vaya, pues está cogido. Jenni
y yo nos despedimos de los demás y entramos en la habitación.
Enseguida, me siento en mi cama:
-¿Qué te pasa, Ele?-me pregunta Jenni sentándose a mi
lado-.
-Nada...
-Sé que estás triste, es tu primer día.
-Ya me acostumbraré-contesto sonriendo-.
-Por cierto, he visto que no dejabas de mirar a Jake. ¿A
qué es mono?
-Sí, pero está con Mery. Los he visto besarse antes.
-¿Esos dos?
-Sí.
-Te habrás confundido con Stephanie.
-No creo, no se parecen mucho.
-Pues habrán empezado a salir y ni me he dado cuenta-miente Jen sin que lo sepa Ele-.
-¿No les castigarán?
-Tendrán cuidado.
-Voy a ducharme.
-Vale, termina rápido.
Cojo mi pijama y mi toalla y salgo de la habitación.
Camino despacio hacia el tercer piso. Llego al pasillo de las duchas
con la llave en mano y abro la 99:
-¡AH! ¡ASQUEROSO, QUÉ HACES AQUÍ!-grito al ver al
gafotas que me miraba en la cena en nuestra ducha, escondido tras la
cortina-.
El chico no me contesta, sino que se acerca a pocos
centímetros de mí, me echa un aliento a muerto en la cara, me
atraviesa, no sé cómo, siento escalofríos por todo mi cuerpo,
escucho los gritos de mis padres en el accidente, y siento cómo
caigo al vacío.
martes, 1 de abril de 2014
Capítulo 1: El comienzo (El oscuro secreto)
-¡Socorroooo!
¡Ayudaaa! ¡Que alguien me ayudeee!
Corro
de un lado a otro, tambaleándome. La sangre cae desde mi frente
hasta la barbilla. Me duele mucho la cabeza, pero yo por lo menos
estoy consciente, no como mis padres, que están paralizados en sus
asientos, sin dejar de sangrar.
Consigo
llegar a una pequeña tienda de regalos. La dependienta, al verme,
pone cara de horror y se dispone a llamar al 112. Lo último que veo
es la sangre cubrir mis párpados.
***
-Pi,
pi, pi...
Suena
un pitido incesante, que, por lo que puedo descubrir poco después,
es la máquina que indica los latidos de mi corazón. Estoy en un
hospital. Abro los ojos con dificultad, y al hacerlo, una enfermera
se acerca directamente a mí:
-Buenos
días, señorita Maybe. Ha sufrido usted un accidente de tráfico, y
tiene un grave golpe en la cabeza.
-¿Y
mis padres?-pregunto directamente, al acordarme del accidente-.
-Lo
siento señorita, eso no es de mi incumbencia, yo sólo estoy aquí
para traerle la comida y bañarle.
-Puedo
bañarme sola.
-Eso
ya lo descubriremos, señorita. Voy a buscar al doctor.
La
enfermera sale de la habitación y me deja sola. Tengo un mal
presentimiento que me recorre todo el cuerpo. Soy pesimista, pero
ahora más que nunca. Intento levantarme de la cama, pero sufro
pinchazos en la cabeza, y aunque tenga unas ganas enormes de salir de
allí, no quiero volver a desmayarme. Odio los hospitales.
Espero
como media hora hasta que, por fin, vuelve la enfermera acompañada
de un hombre de mediana edad, con el pelo castaño dejando a la vista
unas cuantas canas, y ataviado con una bata blanca. El hombre me mira
con el rostro serio. ¿Qué pasa ahora?:
-Buenos
días, señorita Maybe.
-Buenos
días, doctor. ¿Qué ocurre?-contesto inmediatamente-.
-Ha
tenido usted un accidente junto a sus padres.
-Hasta
ahí llego-dije, aún más nerviosa-. Sé que algo les pasa a mis
padres, no soy estúpida.
-Sus
padres han salido mucho peor que usted-me explica el doctor sin
perder la calma-.
-¿Eso
qué quiere decir?-pregunto, con la piel de gallina-.
-Señorita
Maybe, siento mucho decirle esto, pero... es usted huérfana.
Una semana después...
-¿Sí?-descuelgo-.
-Hola, Elena.
-Ah, hola, Sara.
-Oye, sé que sigues enfadada conmigo, por lo de tu
novio y tal, y lo siento mucho, me gustaría que arregláramos
nuestra amistad y...
-Sara, ya basta. Ahora mismo no estoy ni para
discusiones ni para perdonar a nadie. Me voy de la ciudad. Mis padres
han muerto en un accidente y yo me di un golpe en la cabeza, me
dieron el alta ayer. Como aún no soy mayor de edad, me mandan a un
orfanato en Seattle.
-Ele... lo siento... lo siento mucho... de verdad... No
me había enterado....
-No me llames Ele. Tuvimos el accidente el mismo día
que tú y yo nos peleamos.
-¡No es mi culpa!
-¡Mi madre, que iba al volante, me regañaba por salir
con un chico de 21 años, ya que tras tu puto engaño, le conté
todo!
-¡Yo no quise hacerlo, fue una tontería, un beso de
nada!
-¡Un beso de nada que ha terminado en embarazo!
-¿Quién te lo ha dicho?
-Max. De todas formas me hubiera enterado.
-¿Por eso estás más enfadada que nunca conmigo?
-No estoy enfadada porque te hayas quedado embarazada de
Peter, estoy enfadada porque eras mi mejor amiga, me has engañado
con mi novio, que ya no lo es, y encima has sido tan estúpida como
para quedarte embarazada.
-Voy a abortar.
-A mí me da igual. Me voy de la ciudad, tendré nuevos
amigos, nueva vida, y ¿quién sabe? A lo mejor también otro novio y
otra mejor amiga verdaderos.
-Ele, antes de que te vayas, quiero que estemos bien....
-Pues eso no va a ser posible. Adiós, Sara.
-Adiós-se despide con voz estrangulada-.
Acabo de soltarlo todo con la mentirosa de mi ex
mejor amiga. Nos hemos peleado muchas veces, pero esta ha sido el
colmo.
Bajo
con las maletas por el ascensor, y al salir a la calle, ya me está
esperando el taxi. Saludo al conductor, le pido que vaya al
aeropuerto, y en ese momento, empieza una nueva etapa de mi vida.
Llego al aeropuerto por la noche. Mi vuelo sale en
dos horas. Los del orfanato me dijeron que fuera a la terminal T6.
Paso la etiquetación de las maletas y el control de aduanas, y a
continuación me dirijo a una cafetería cerca de allí. Al mirar la
carta, veo que los precios son altísimos, pero estoy tan hambrienta,
que, cuando llega el camarero, que por sus pintas, su forma de andar
y su forma de hablar, es gay, le digo:
-Hola.
-Hola, preciosa. ¿Qué te pongo?
-Un bocadillo extra grande mixto.
-Tenemos el apetito abierto, ¿a qué sí, mi alma?
-Tengo un largo viaje.
-¿Algo para beber?
-Un café con leche.
-Enseguida te traigo todo, cariño.
El camarero se va y a mí se me escapa una sonrisa.
En total me ha llamado, preciosa, mi alma y cariño. Eso demuestra
que es una gran persona.
Me como mi bocadillo y me bebo mi café lentamente.
Pago al camarero incluyendo una buena propina y una de mis mejores
sonrisas, y me dirijo a la T6. No tengo ganas de irme de Miami. Aquí
se vive genial, hace calor, hay playa, centros comerciales... Lo
echaré tanto de menos... aunque creo que me vendré aquí en cuanto
cumpla los 18. He heredado la casa de mis padres y todo el dinero de
sus cuentas bancarias. Podré pagarme una buena universidad y tendré
casa. Pero bueno, paso a paso. Aún falta un año muy largo para
tener la libertad de ser adulto. Por ahora, al maldito orfanato.
Cuando entro en el avión y me siento en mi sitio,
veo que me ha tocado al lado de una parejita enamorada. No paran de
besarse y abrazarse, y os aseguro que eso jode bastante. Llevo una
hora de vuelo y la parejita no se cansa, y ya no soy la única a la
que parece que le molesta. Detrás de mí hay un inglés, por su
acento al hablar, que no para de criticarles y lanzarles tacos. Me
aguanto la risa, y tras beberme un Cola Cao que me trae la azafata,
me quedo dormida escuchando los ya insoportables besuqueos de la
parejita.
Abro los párpados. Estoy en mitad de una autopista.
El suelo está lleno de sangre, y en el interior de un coche
totalmente destrozado, puedo ver a mis padres ensangrentados, lacios,
muñecos rotos. Empieza a brotar sangre de mi cabeza, suena un ring
incesante en mis oídos, veo como un coche se acerca a toda
velocidad, choca contra mí.
Me despierto dando un brinco en el asiento del avión.
La azafata me estaba zarandeando preocupada. Cuando me tranquilizo,
me explica que poco antes estaba gritando y arañándome la cara. Me
asusto de mi misma, pero le digo que no se preocupe. Por fin, la
parejita de al lado me tiene miedo, y ya no se besan, para
mi alivio.
Me
acomodo en el asiento y recuerdo las escenas de mi pesadilla. Ha
sido horrible volver a ver a mis padres ensangrentados. Lo que no me
explico es por qué, teniendo yo tías, tíos y abuelos, tengo que ir
a un orfanato. Es lo que ponía en el testamento de mis padres, si
alguna desgracia como ésta ocurría. Con dudas interminables en mi
cabeza revoloteando como abejas nerviosas a mi alrededor, aterrizamos
suavemente en la soleada Seattle.
Cojo mi bolso del portaequipajes, bajo por la
escalera y justo cuando voy a montarme en el pequeño autobús que
llevará a los pasajeros a la recogida de sus maletas, un hombre con
traje negro me coge del hombro y me aparta del grupo:
-¡Eh!-me quejo, apartando su mano de mi hombro-.
-¿Es usted Elena Maybe?-me pregunta el desconocido
haciéndome caso omiso-.
Titubeo, pero al fin digo la verdad:
-Sí, soy yo. ¿Y usted quién es?
-Su
chófer hasta el orfanato Green Day.
-¿Cómo sé que debo fiarme de usted?-pregunto-.
El
hombre de negro me enseña un carnet con su nombre, su edad, y su
puesto en el orfanato Green Day:
-Pues espéreme a la salida, que voy a por mi equipaje.
-Ya está todo en el coche. Vámonos, tenemos prisa.
-Vale, vale.
Caminamos hasta el párking, donde nos montamos en
un Volkswagen negro con los cristales tintados. Aún sin fiarme del
todo de aquel hombre, me monto en los asientos traseros, cierro la
puerta y empiezo a llorar. El hombre, llamado Malcom, supongo que
acostumbrado a ver llorar niños y adolescentes, no me hizo caso y
comenzó a conducir hacia el orfanato.
Cómo me ha podido pasar esto. Hace una semana estaba
planeando un viaje a Londres con mis padres, y ahora.... voy camino
de un puto orfanato desconocido, que apenas sale en internet, y mis
padres ya no están. ¿Por qué a mí?
Tras dos horas de trayecto, entramos por un camino de
hierba por el bosque. Esto me da yuyu. Seguimos por aquel camino
lleno de curvas, hasta divisar un edificio no muy grande, con muchos
ventanales sucios, las paredes de ladrillo, pintadas de un feo color
verde. El supuesto jardín de recreo de alrededor está cubierto de
hojas secas, y allí sólo se puede ver a un par de bulldogs
enseñando sus dientes hacia mí. Agarro con fuerza mi bolso y
empiezo a caminar hacia la entrada, que consiste en una puerta
rectangular negra de hierro. Pensando en la mala suerte que tengo, la
puerta se abre, y podemos ver a una criada y al fondo del corredor,
un montón de niños y jóvenes en mal estado junto a una mujer alta,
vestida de negro, al igual que mi acompañante, con la nariz
puntiaguda, su pelo castaño recogido en un fuerte moño, y los ojos
desafiantes. Supongo que es la directora o algo así.
Mirando al frente, entro con pasos decididos, y digo:
-Hola, soy Elena Maybe.
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