Después
de pasear por millones de tiendas y comprarnos ropas y camisetas
nuevas, pasamos por delante de un escaparte que me llamó mucho la
atención:
-Oye...
eso me suena-les dije a los demás, señalando un collar-.
-¿A qué
te refieres?-preguntó Miriam-.
-¡Mirad
ese collar!-y sin más, entré en la tienda abriendo bruscamente la
puerta-.
-Bienvenida
señorita-me dijo un ancianito chino con barba larga y blanca-. ¿Qué
desea?
-Ese
collar. El collar del escaparate-dije, señalando el cristal-.
El
hombre cogió una llave dorada muy pequeña y gracias a ella, abrió
el cristal del escaparate. Con sumo cuidado, cogió el collar que yo
le indiqué:
-¡Mirad
chicos!-exclamé ilusionada-.
Ese
ojo.... ¡lo sabía! ¡Era el mismo ojo de cristal que había en el
pomo de la puerta del mundo mágico! Los demás se quedaron
paralizados de repente, incluido el mago Nicolás. Estaban sin decir
palabra:
-Ey,
chicos, ¿qué decís por mi descubrimiento? ¡Chicos!
Pero
nada, no contestaban, ni pestañeaban:
-Mira
fijamente, el ojo de cristal, que al submundo te llevará, en tan
solo un plis plas-dijo el hombre chino, poniendo los ojos en blanco y
levantando las manos hacia el techo:
-¿Qué me
pasa?-dije, al ver como mis pies empezaban a hundirse en el suelo-.
¡Chicos!
Pero
los demás seguían quietos, no movían nada, ni los ojos, ni las
manos, ni los pies, ni ninguna parte del cuerpo. El hombre chino
empezó a bailar de forma siniestra, repitiendo la misma frase que
antes sucesivamente:
-Mira
fijamente, el ojo de cristal, que al submundo te llevara, en un plis
plas, mira fijamente, el ojo de cristal, que al submundo te llevará,
en un plis plas....
Acabé
por hundirme en el suelo hasta la cintura, y en ese punto, sentí
como mi cuerpo se paralizaba, y sin poder hacer ni decir nada, mi
cuerpo y el de los demás, menos el del viejo ese, se hundieron en el
suelo, hasta que acabamos cayendo al vacío, sin gritar, ya que
estábamos como paralizados.
***
-Hola
elegidos-susurró una voz terrorífica en mi oído-.
Abrí
los ojos poco a poco, dándome cuenta de que pesaban como piedras.
Sólo veía borroso:
-Primera
prueba. Librarse de la paralización de los enemigos-dijo una voz
angelical-.
-¿Su
majestad?-pregunté-.
-No he
entendido nada de lo que has dicho Paula. Para librarte de la
paralización, sólo tienes que pensar en algo muy bueno que te haya
pasado en tu vida. Si funciona, sentirás una especie de calor en
todo tu cuerpo, si no es un suceso lo suficientemente bueno, te
congelarás y morirás.
-¿¿Quééé??
-Más te
vale hacerlo bien a la primera. Los demás, ya habéis oído.
Nicolás, contrólalos. Voy a avisar a los sirvientes de la segunda
prueba.
Se
escucharon unos pasos y una puerta cerrarse:
-Bien,
chicos, adelante. Libraros de vuestra paralización.
Vamos a
ver, algo bueno que me haya pasado en mi vida. Mmmm.... ¡ya sé!
¡Cuando Ángel y yo nos besamos por primera vez! Me esforcé lo
máximo posible en el recuerdo de aquel beso, y tras cinco minutos
frunciendo el ceño concentrándome todo lo posible, empecé a sentir
un roce cálido por toda mi piel, hasta que volví a sentir mis
articulaciones y pude mover los dedos, las muñecas, los codos...
Hasta que por fin, pude dar un paso hacia el mago Nicolás, que me
miraba sorprendido:
-Vaya, has
sido la primera en deshacerte de la paralización. No te voy a
preguntar en qué has pensado, supongo que son tus cosas...
-Exacto-afirmé
con la cabeza bien alta-.
Me giré
hacia atrás y vi cómo mis amigos seguían sin moverse:
-Mago
Nicolás, eso de que si no pensamos en algo lo suficientemente alegre
nos congelamos y morimos, es mentira, ¿no?
-Era para
asustaros y que lo hiciérais bien. Pero tú callate.
-Vale,
vale.
Tras
quince minutos más, ya estábamos todos moviéndonos victoriosos. Al
girarnos, vemos a la reina, que nos mira seria:
-Veo que
ésta prueba os ha costado trabajo a todos excepto a Paula. Bien
hecho, chica. Si en la guerra os paralizan, no podéis quedaros
quince minutos para libraros de ello. Os matarían directamente.
Bien, seguidme, tenéis que hacer la siguiente prueba.
-Su
Majestad-empezó a hablar Ángel-. ¿No dijisteis que empezaríamos a
entrenar la semana que viene?
-No hay
tiempo. Tenéis que pelear contra los zombies que han invadido
Feérica, el reino de las hadas.
-¿En
serio?-pregunté-.
-Sí.
Feérica se encuentra justo debajo de China. Mañana mismo tenéis
que ir al país. Mike os acompañará y os llevará hasta la puerta
que conecta con el mundo mágico subterráneo.
-¿Por qué
mañana? Llegamos ayer a Londres-protesté-.
-Ya lo sé
Paula, pero a partir de ahora viviréis más en el mundo mágico
subterráneo que en vuestro mundo.
-Pero,
¿lucharemos solos contra los zombies que han invadido
Feérica?-preguntó Tomás-.
-No.
Seréis acompañados por treinta guerreros más. Y a vosotros os
daremos todos los poderes más tarde. Por ahora no los necesitáis.
Bien, ahora seguidme.
Seguimos
andando despacio a la reina, todos asustados por lo que nos
pudiéramos encontrar. Pero también por la próxima pelea con los
zombies. Puede que ya hayamos luchado contra ellos, pero era la
primera vez que lucharíamos junto a nuestro ejército. Seguimos
caminando hasta salir del castillo. Al final del puente levadizo nos
esperaban cuatro sirvientes, aguantando cada uno un... dragón:
-No me
diga que...-empezó a hablar Diana-.
-Exacto-terminó
la frase la reina-. Los que no sean mitad demonios, es decir, Tomás,
Mario, Miriam y Diana, montaréis en estos dragones.
-Pero,
pero... ¿y los regalos que nos hizo el mago Nicolás? ¿La alfombra
y la escoba?
-Eso es
para divertirse. Los dragones lanzan fuego y hielo por la boca.
Tienen fuertes y mortales garras y dientes. Eso os ayudará bastante.
Pero tendréis que tener cuidado. Jane y su ejército también
tendrán dragones o incluso vigñugs.
-¿Vigñugs?-pregunté-.
-Os lo
explicaré luego. Convertiros en demonios y los demás, acercaros
poco a poco a los dragones. Los demonios, podréis montar también en
dragones, en otra pelea.
Tomás,
Mario, Diana y Miriam se acercaron poco a poco a los dragones, pero
se pararon en cuanto se lo indicaron los sirvientes:
-Bien. No
podéis coger el dragón que queráis. Hemos cogido los cuatro que
nos ha dicho el Árbol Padre, pero ahora los dragones os elegirán a
vosotros. Si os enseñan los dientes, alejaros directamente, y si se
inclina hacia vosotros, significa que os ha elegido. Sirvientes,
soltad a los dragones. Ahora quedaros quietos, muchachos.
Los
dragones rugieron, contentos de estar libres, y comenzaron a
acercarse a mis amigos, que temblaban de pies a cabeza. A la primera
a la que se acercó un dragón fue a Diana, que era la que más
tranquila parecía. El dragón la olfateó y a continuación se
inclinó ante Diana:
-¡Bien,
Diana! ¡Ahora acaríciale!-le gritó la reina a la chica-.
Diana
se acercó sin rechistar al dragón y le acarició la nariz y el
cuello. El dragón comenzó a mover su cola de pinchos, sin acercarla
a Diana, y entonces dobló sus patas delanteras y dobló la cabeza,
indicándole a Diana que se montara:
-¡Vamos,
Diana, móntate!-le animó la reina-.
Sonriente,
Diana apoyó su pie en la salida del ala del dragón, y se sentó en
la montura que tenía colocado el dragón. Dió una patada al dragón
en el cuello, y éste empezó a mover las alas y se elevó en el
cielo:
-¡Yujuuu!-gritó
Diana victoriosa-.
-¡Ahora
ese dragón es tuyoo!-gritó la reina sonriente-.
Mientras
tanto, en el suelo, se había creado un pequeño problema.
Hola(:Has sido nominad@ al premio Liebster Adwards, más info en mi blog http://bestrongnovela.blogspot.com.es/
ResponderEliminarHola.
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